viernes, 22 de agosto de 2025


 

HAN DONG

 


 

El niño del arpón

 


Un niño fue a pescar con un arpón al río,

cayó al agua y se ahogó.

La gente del pueblo trajo un gran wok de hierro,

lo pusieron boca abajo en la tierra​​ 

y acostaron al niño encima para que escupiera el agua.

 

El wok de hierro regresó sobre la estufa,

el niño volvió al polvo.

Sólo el arpón quedó en el río, inclinado sobre las aguas,

y así pasó todo un verano.

 

Todavía estaba allí en otoño

y siguió hasta el comienzo del invierno. Al fin,

se rompió sobre el hielo como una caña quebradiza

y el niño del arpón pudo irse de verdad.

 

Del ciclo IV. In memoriam

Versión de Radina Dimitrova.

 

 

AGOSSOU ALLANGBÉ

 

  

La calle

 


En el silencio de su corazón

en su vigilia de horas​​ 

en un día entero

la calle soporta todo embate

 

En el silencio de su alma

en la paciencia de esta dama

en una noche entera

la calle asiste a los sin techo

 

Silenciosa, no habla más

silenciosa, escucha mucho

silenciosa, sufre mucho

silenciosa, ama a todos los vivos

 

Desgastada, sonríe

desgastada, vive

desgastada, persevera

desgastada bajo los pasos de los incendiarios

 

Deslustrada, ayuda

deslustrada, socorre

deslustrada, padece

deslustrada, gime

 

Bajo el batallón de la enemistad​​ 

de venganza y evasión

bajo los estragos de la vida

derrama un torrente de lágrimas.

 

Versión de Mariela Cordero

 

 

 

IMMA SCHIENA

 

  

Me olvido

 

me dejo como un baby doll

en la alfombra,

un mensaje en una hoja, borrado,

como las legumbres dejadas cocinando y

quemadas,

un arpa abandonada.

me olvido como una

mancha de tinta en el pecho.

olvidándome de mí

y conmigo toda la vida

por serte poesía.

 

Versión de Antonio Nazzaro y Elizabeth Uribe Pérez.

 

 

YANNIS ANTIOJU

 

  

Otoño

 


Siempre en semejante estación, cuando es enfermiza la ofuscación y se marchitan mis hojas, noche respiro. Enterrado en las hojas tranquilizantes de un viejo tilo, me pudro empapado. El otoño no tiene patas. Solo un cuerpo fangoso yace a medio enterrar en sonatas y adagios nocturnos. No sé qué ocurre en mi noche. Sé, sin embargo, con seguridad de las estrellas; porque la luna alguna vez me hace el favor de desaparecer. Y luego no brillo, no brillas, no brillan nuestras argénteas hojas. Absortas, se arremolinan, vórtices en el aire, y de nuevo reposan en el suelo, de la manera en que los seres humanos se apilan unos sobre otros; y no hago más que inclinarme para acechar tu dormir. He llenado la estancia de cenizas e hilos. Fumo y coso un monstruo que nadie comprenderá. Soy la sacra podredumbre que rozó tu boca. Tanto me he cansado buscando un verbo tuyo, el que con insistencia anhelas, recitando una y otra vez: Aber weh! es wandelt in Nacht, es wohnt, wie im Orkus, Ohne Göttliches unser Geschlecht.¹

 

—El otoño no tiene patas. Solo un cuerpo fangoso yace a medio enterrar bajo el viejo tilo.

 

Y, sin embargo, los dos hemos d e a m b u l a d o por sus escombros, compartiendo nuestra muerte. También los dos hemos c a m b i a d o. Tras nuestros párpados cerrados solo el fisurado tetrágono negro de Rusia amanece—​​ 

 

La estación nos maduró incluso aunque dos estigmas en las pantorrillas se enardeciesen. Picaduras de insectos estivales, que hago que sangren inclinándome para que algo de verano gotee. Un poco por poco por poco hurga aún en dos heridas. Sobre cadáveres de soldados muertos nos sacudimos las palmas de las manos estirando nuestros dedos raquíticos, arrojando sobras las sábanas agujereadas los huesos hechos añicos de nuestros pies palabras-magia, que tú denominas pequeños detalles y yo poemas. Entonces, el oscuro cielo extiende las manos. Nos convertimos en las aves de la muerte con las lenguas cortadas. Invisibles, amontonamos en la estación los deseos y cuando se fortifica nuestra oscura mirada, revoloteamos hacia los tupidos bosques al acecho de las ciudades iluminadas y nos abalanzamos picando las ventanas vahadas a la hora en que se ciñen las manos de la pasión y os ahogan. ¡Nunca! ¡Nunca salvamos a nadie!

 

—El otoño no tiene pies. Solo un cuerpo fangoso yace a medio enterrar bajo el viejo tilo.

 

Bach ensaya la Pasión según San Mateo en Nicolaikirche: «Erbarme dich, mein Gott, Um meiner Zähren Willen!».² Dios mío, nos convertimos en los ladrones a la izquierda de Tu cruz, aguardando a que los soldados sean resucitados. La eternidad se mofa de la democracia. Comulgamos con tu cuerpo y tu sangre para que nos inundes. Somos Tus cristianos caníbales— Entre tú y yo está el gran camino y la macilenta luz que nos pudre. Hemos engullido nuestro cuerpo. Solo falta que despedacemos nuestros corazones.

  

Versión de Mario Domínguez Parra

  

1.- «Mas, ¡ay!, nuestro linaje vaga en la noche, vive como en el Orco, sin lo divino». Vid. Friedrich Hölderlin, El archipiélago, estudio y traducción de Luis Díez del Corral, Madrid, Alianza, 1979, p. 81.

 

2.- «Apiádate [de mí], Señor, / por estas lágrimas que lloro». Johann Sebastian Bach, Matthäus-Passion, Edel Classics, Alemania, 2005. Traducción del fragmento a cargo de Daniel Najmías.

 

 

 

 

TIMBA BEMA

 

 

 

Bajo la lluvia

 

 

I

Bajo la lluvia

fina y ligera

en mi corazón

cargado de dolores

he cantado

en notas de plata

solo para ti

el tiempo de los seres

de los seres sin nombre

de los nombres de la felicidad

de la felicidad por nada

por un espasmo

por embriaguez

por un recuerdo

que no recordamos

 

 

II

Bajo la lluvia

los cordones fríos

en caída libre

avances de la luz

mis ojos rojos

como una vela

he llorado

la efusión del vacío

en el lecho de la ausencia

como llora la orquídea

los brazos en cruz pagana

bajo la sombra blanca

desde el hastío conquistador

que exhuma a manos desnudas

tus reflejos volátiles

poblados de un sueño diurno

 

 

III

Bajo la lluvia

el amor se moja

y estremece

el velo espeso

de la noche inmóvil

sombría como una hoja

en las brasas muertas

he visto

con mis ojos he visto

abatirse con toda su pesadez

al pájaro sin sombras

golpeado por un rayo

sobre un cementerio

donde el barro y la hierba

llaman al silencio

donde la piedra y la madera

convocan a la nada

donde un funeral

es un homenaje de los cielos

a la carne decrépita

de un amor infeliz.

 

Versión de Mariela Cordero

 

CHRISTOPHE MANON

 

 

 


Intentaba escribir, pero al proyecto

para el cual había venido le costaba tomar forma.

Me lanzaba sobre una pista, y la abandonaba enseguida

por temor a perder el poco tiempo del que disponía.

Incluso los libros, los abría y los dejaba con turbación.

Las palabras no llegaban a mi entendimiento,

tropezaba con ellas como con pesadas piedras

que bloqueaban un sendero escarpado.

Se me habían vuelto completamente opacas

y no tenían ninguna resonancia en mi espíritu.

No veía en ellas más que un laberinto

indescifrable de símbolos de los cuales era

incapaz de percibir el significado.

Era como si hubiese sido condenado a errar

solo sin fin en esta ciudad donde vivieron mis ancestros,

como si estuviese perdido en uno de los círculos

del infierno cantado por Dante,

y no en el paraíso.

Estaba muy exaltado.

Caminaba rápido, más rápido que los fantasmas.

Rondaba las calles con una bolsa

de tela y la cabeza cubierta de ceniza.

¿Por qué deambular una y otra vez

por caminos difíciles y penosos?

 

 

De: “Puerta del sol”

Versión de Mariano Rolando Andrade