Intentaba escribir, pero al proyecto
para
el cual había venido le costaba tomar forma.
Me
lanzaba sobre una pista, y la abandonaba enseguida
por
temor a perder el poco tiempo del que disponía.
Incluso
los libros, los abría y los dejaba con turbación.
Las
palabras no llegaban a mi entendimiento,
tropezaba
con ellas como con pesadas piedras
que
bloqueaban un sendero escarpado.
Se
me habían vuelto completamente opacas
y no
tenían ninguna resonancia en mi espíritu.
No
veía en ellas más que un laberinto
indescifrable
de símbolos de los cuales era
incapaz
de percibir el significado.
Era
como si hubiese sido condenado a errar
solo
sin fin en esta ciudad donde vivieron mis ancestros,
como
si estuviese perdido en uno de los círculos
del
infierno cantado por Dante,
y no
en el paraíso.
Estaba
muy exaltado.
Caminaba
rápido, más rápido que los fantasmas.
Rondaba
las calles con una bolsa
de
tela y la cabeza cubierta de ceniza.
¿Por
qué deambular una y otra vez
por
caminos difíciles y penosos?
De:
“Puerta del sol”
Versión
de Mariano Rolando Andrade
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