lunes, 26 de septiembre de 2022


 

ARTURO CAMACHO RAMÍREZ

 

 

Nada es mayor

 

Nada es mayor que tú: sólo la rosa
tiene tu edad suspensa, ilimitada:
eres la primavera deseada,
sin ser la primavera ni la rosa.

Vago espejo de amor donde la rosa
inaugura su forma deseada,
absorta, inmensa, pura, ilimitada,
imagen, sí, pero sin ser la rosa.

Bajo tu piel de nube marinera,
luz girante tu sangre silenciosa
despliega su escarlata arborecida.

Nada es mayor que tú, rosa y no rosa,
primavera sin ser la primavera:
arpegio en la garganta de la vida.

 

 

ALBEIRO ARIAS

 

 

Los asesinos

  

No todas las muertes caben en una bala,
pero toda la ilusión y la alegría murieron con tu cuerpo.
Por eso, te necesito.

 

 


XAVIER PALAU

 

  

A mi amigo

 

 

Sin tiempo estable, con viento menguante

en estas calles impotentes, me moriré

sin una razón evidente, sin luz de mayo,

lejos de mi amor, cansado y maltrecho,

cobarde para la gente amiga, dejaré

mis nervios insensibles, dejaré de ser.

 

 

ANA LUCAS

 

  

Secuestro

 

 

He vuelto a matar a un hombre bueno.

He cortado el oxígeno

que mantenía con vida

su cuerpo ya inerte

desde el primer roce.

Religiosamente culpable

de mirarle a los ojos

mientras hundía la hoja del cuchillo

en su costado izquierdo.

Lo retuve en mi habitación durante días

haciéndole creer en un secuestro voluntario

y en su poder de elección,

pero, alma mía,

le apremiaba sin querer

a lamerme las heridas.

El tópico de la cama como ring

se torna irrefutable

despuntando entre embestidas

menos furiosas de lo que planeaste.

No tenías sombras,

amado amante,

no estabas roto

por ello mi aflicción al adivinar

que habré de declararme culpable

cuando yazcas perforado por gusanos.

Sin duda fueron mis ojos

girando en espiral

lo que congeló tu lengua

impidiéndote ya saborear nada.

Te advertí,

te amenacé,

pedía el indulto en cada abrazo.

Estas crónicas concluyen colisionando

contra el muro que en treinta días

levanté al final de la vereda.

Ya he llorado por tu inocencia,

compondré poemas que podrás descifrar a medias.

Todo esfuerzo por quedarte solo será inútil,

soldado cojo en este ejército que me invade.

Espero que todos sepan de tu candela

y te ames tanto que arrincones las desdichas.

Te he pedido hogueras sobre un iceberg

y no te aplacó el tornado que brota de aquí dentro,

tú vendaste mis mordiscos rabiosos

y besaste mi frente cuando dormía.

Sé que prefieres jugar solo;

liderar seguido de pocas y valiosas amistades,

y estudiar la rara avis que no te canse.

Vida, muy a tu pesar,

esa media sonrisa se traduce

en lo dulce que tu cuerpo no pide;

en vulnerabilidad.

Que te adore como lo hago

le resta crueldad a esta injusticia.

Mi afecto crece a lo ancho del valle,

aunque te pese intuir

que no romperá el techo

como hacen los amores locos.

 

De: “Oasis”

 

 

DORA ALONSO

 

 

Venados

 

 

¿Qué venadito blanco
cruza la noche
cuando la luna llena
brilla en el monte?

¿Qué venadito sediento
busca intranquilo
el camino secreto
que lleva al río?

Solitario en la loma
surge el venado,
por mirarlo, la tarde
se va despacio.

¿Y el venadito manso,
en la mañana,
junto a las tiernas hojas
de la yamagua?

 

 

DOMINGO ALFONSO

 

  

La primera novia

 

 

Hoy vi la novia que primero quiso
mi ardiente fantasía de muchacho,
entre el alba y la noche; yo borracho
queriendo desnudar su cuerpo liso.

Y vinieron de golpe mis recuerdos...
mi niñez, el ingenio... Muchas vacas,
el patio del vecino con los cerdos
¡y aquella niña de las piernas flacas!

La burla del apodo
dicho a las gentes... la niñez de ayer
pasando ante mis ojos; la mujer
cercana y su mirarme de aquel modo.

Tomamos en silencio algunas copas...
y horas más tarde, en la habitación
de un hotelucho nos miramos con
los cuerpos abrazados y sin ropas...

Pasó... lo de costumbre:
dos con ansia, febriles, poca lumbre;
al cabo dijo con alguna pena
unas frases en torno de una cena.

Y mi cartera exigua
puso en su mano triste, dos o tres
pesos azules... Ella rió y después,
la vi mirarme con mirada ambigua.

Algo me dijo. Con su extraño modo
se marchó de la alcoba...
en su estela un perfume de caoba
y mi turbia mirada de beodo.

Después, cuando se van
los cúmulos tiñendo de azafrán,
me marché de aquel sitio: la impoluta,
mi novia de la infancia... ¡Prostituta!

La recordé aquel año
callada en el pupitre, todavía
peinando trenzas... ¡Pero me hizo daño!
Quise gritar, llorar. ¡Y no podía!

  

De: “Sueño en el papel”