lunes, 26 de septiembre de 2022

ANA LUCAS

 

  

Secuestro

 

 

He vuelto a matar a un hombre bueno.

He cortado el oxígeno

que mantenía con vida

su cuerpo ya inerte

desde el primer roce.

Religiosamente culpable

de mirarle a los ojos

mientras hundía la hoja del cuchillo

en su costado izquierdo.

Lo retuve en mi habitación durante días

haciéndole creer en un secuestro voluntario

y en su poder de elección,

pero, alma mía,

le apremiaba sin querer

a lamerme las heridas.

El tópico de la cama como ring

se torna irrefutable

despuntando entre embestidas

menos furiosas de lo que planeaste.

No tenías sombras,

amado amante,

no estabas roto

por ello mi aflicción al adivinar

que habré de declararme culpable

cuando yazcas perforado por gusanos.

Sin duda fueron mis ojos

girando en espiral

lo que congeló tu lengua

impidiéndote ya saborear nada.

Te advertí,

te amenacé,

pedía el indulto en cada abrazo.

Estas crónicas concluyen colisionando

contra el muro que en treinta días

levanté al final de la vereda.

Ya he llorado por tu inocencia,

compondré poemas que podrás descifrar a medias.

Todo esfuerzo por quedarte solo será inútil,

soldado cojo en este ejército que me invade.

Espero que todos sepan de tu candela

y te ames tanto que arrincones las desdichas.

Te he pedido hogueras sobre un iceberg

y no te aplacó el tornado que brota de aquí dentro,

tú vendaste mis mordiscos rabiosos

y besaste mi frente cuando dormía.

Sé que prefieres jugar solo;

liderar seguido de pocas y valiosas amistades,

y estudiar la rara avis que no te canse.

Vida, muy a tu pesar,

esa media sonrisa se traduce

en lo dulce que tu cuerpo no pide;

en vulnerabilidad.

Que te adore como lo hago

le resta crueldad a esta injusticia.

Mi afecto crece a lo ancho del valle,

aunque te pese intuir

que no romperá el techo

como hacen los amores locos.

 

De: “Oasis”

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario