miércoles, 23 de septiembre de 2015

XAVIER VILLAURRUTIA GONZÁLEZ




Nocturno eterno



Cuando los hombres alzan los hombros y pasan
O cuando dejan caer sus nombres
Hasta que la sombra se asombra.

Cuando un polvo más fino aún que el humo
Se adhiere a los cristales de la voz
Y a la piel de los rostros y las cosas.

Cuando los ojos cierran sus ventanas
Al rayo del sol pródigo y prefieren
La ceguera al perdón y el silencio al sollozo.

Cuando la vida o lo que así llamamos inútilmente
Y que no llega sino con un nombre innombrable
Se desnuda para saltar al lecho
Y ahogarse en el alcohol o quemarse en la nieve.

Cuando la vi cuando la vid cuando la vida
Quiere entregarse cobardemente y a oscuras
Sin decirnos siquiera el precio de su nombre.

Cuando en la soledad de un cielo muerto
Brillan unas estrellas olvidadas
Y es tan grande el silencio del silencio
Que de pronto quisiéramos que hablara.

O cuando de una boca que no existe
Sale un grito inaudito
Que nos echa a la cara su luz viva
Y se apaga y nos deja una ciega sordera.

O cuando todo ha muerto
Tan dura y lentamente que da miedo
Alzar la voz y preguntar "quién vive".

Dudo si responder
A la muda pregunta con un grito
Por temor de saber que ya no existo.

Porque acaso la voz tampoco vive
Sino como un recuerdo en la garganta
Y no es la noche sino la ceguera
Lo que llena de sombra nuestros ojos.

Y porque acaso el grito es la presencia
De una palabra antigua
Opaca y muda que de pronto grita.

Porque vida silencio piel y boca
Y soledad recuerdo cielo y humo
Nada son sino sombras de palabras
Que nos salen al paso de la noche.


MANUEL MARÍA FLORES




El beso



La luz de ocaso moribunda toca
Del pinar los follajes tembladores;
Suspiran en el bosque los rumores
Y las tórtolas gimen en la roca.

Es el instante que el amor invoca,
Ven junto a mí; te sostendré con flores,
Mientras roban volando los amores
El dulce beso de tu dulce boca.

La virgen suspiró; sus labios rojos
Apenas, "¡Yo te amo!" murmuraron,
Se entrecerraron lánguidos los ojos,

Los labios a los labios se juntaron
Y las frentes bañadas de sonrojos,
Al peso de la dicha se doblaron.




GABRIEL ZAID




Nacimiento de Venus



Así surges del agua,
Blanquísima,
Y tus largos cabellos son del mar todavía,
Y los vientos te empujan, las olas te conducen,
Como el amanecer, por olas, serenísima.
Así llegas helada como el amanecer.
Así la dicha abriga como un manto.



ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY

  


El acento de tu pubis



De nuevo cruzas mi sueño
con tu cuerpo de humo y luz
como una nube que emana
del aliento detenido que nos une.
Caliente y fugaz,
humedecido
en la tensión de tu mirada.
Afuera llueve
sin respiro
y de nuevo voy hacia ti
tocándote con mi anhelo.
Como tormenta desnuda,
me envuelves.
Tus piernas son dos rayos,
entre nubes,
que descienden y me ciegan
para verte mejor:
envuelto en ti me vuelvo
tu nube dura.
Me hundo en tu pubis
como el aire que respiras:
voy siguiendo el ritmo de tu pecho.
Tu pubis es el acento
agudo y grave
en movimiento
sobre la palabra
de dos sílabas
que juntos pronunciamos.
Tu pubis me da sed
y me da hambre
pero entero me devora.
Y ya no estás en mi sueño,
mi sueño está en ti.
Mi sueño es esa cosa persistente
que insiste en penetrar
tus secretos.
Se mete en tu olor,
en el recuerdo
de cada movimiento.
Se mete en tu sombra.
Mi sueño respira
adentro,
muy adentro de ti.
Mi sueño es esta luz
erizada en tu vientre.
Y la nube que te envuelve
muerde,
afuera suave
y adentro fuerte,
la piel que
afuera y adentro
iluminas.



CARLOS PELLICER CÁMARA




Recinto



Antes que otro poema
-Del mar, de la tierra o del cielo-
Venga a ceñir mi voz, a tu esperada
Persona limitándome, corono
Más alto que la excelsa geografía
De nuestro amor, el reino ilimitado.

Y a ti, por ti y en ti vivo y adoro.
Y el silencioso beso que en tus manos
Tan dulcemente dejo,
Arrinconada mi voz,
Al sentirme tan cerca de tu vida.

Antes que otro poema
Me engarce en sus retóricas,
Yo me inclino a beber el agua fuente
De tu amor en tus manos, que no apagan
Mi sed de ti, porque tus dulces manos
Me dejan en los labios las arenas
De una divina sed.

Y así eres el desierto por
El cuádruple horizonte de las ansias
Que suscitas en mí; por el oasis
Que hay en tu corazón para mi viaje
Que en ti, por ti, y a ti voy alineando,
Con la alegría del paisaje nido
Que voltea cuadernos de sembrados.

Antes que otro poema
Tome la ciudadela a fuego ritmo,
Yo te digo, callando,
Lo que el alma en los ojos dice solo.
La mirada desnuda, sin historia,
Ya estés junto, ya lejos,
Ya tan cerca o tan lejos o cerca reprimirse
Y apoderarse en la luz de un orbe lágrima,
Allá, aquí, presente, ausente,
Por ti, a ti, y en ti, oh ser amado,
Adorada persona
Por quien -secretamente- así he cantado.


ROSARIO CASTELLANOS




Parábola de la inconstante



Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy
Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
Suceda ese proceso
Que la semilla le permite al árbol
Y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero ay, amanecía dócil como la hiedra
A asirme a una pared como el enamorado
Se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
En solidez de roble,
La rumorosa soledad, la sombra
Hospitalaria y daba al caminante
-A su cuchillo agudo de memoria-
El testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
Y otras el arrebato,
La gracia o el furor, siempre los dos contrarios
Prontos a aniquilarse
Y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
Me iba de algún mesón desmantelado
En el que no encontré ni una mala bujía
Y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
Para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
No sé qué cara le daré a la muerte.