"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 9 de marzo de 2025
FADWA TUQAN
Una injusta mano lo ha construido…
Una
injusta mano lo ha construido
y permanece de su tamaño
como una eterna miseria.
He visto sus melancólicos muros,
desgastados y deteriorados por las largas centurias, gritando:
¡Tú me quitas la luz y la libertad,
pero no podrás extinguir en mi corazón
la chispa de la esperanza!
Maldito,
existirás para sofocar cada sueño
que se regenera en la medida que se alimenta.
Mi corazón nunca dejará de soñar
incluso si esta celda se cerrará para siempre.
Si
mil cadenas me atan
tantas fantásticas alas me harán volar.
Maldeciré a cada persona y las de tu futuro por el tiempo que pueda.
Porque no me doblegará, nunca será silenciado
delante de la furia.
Nunca
dejaré de ser libre.
Voy a cantar los deseos de mi espíritu,
incluso si vas a aplastarme con cadenas.
Mi canción manará a raudales desde el fondo.
CÉSAR BRAÑAS
Aquel viejo caballero
Yo quisiera ser el viejo caballero
amante de las esquinas solitarias,
bañado por una suave lumbre de alelíes,
que en la noche repasa, con los dedos,
cuentas de amor y melancolía
a través de desvaídos almanaques.
Yo quisiera ser el viejo caballero.
Lo he visto en los grabados antiguos
de las calles silenciosas.
Su paso deshace plumajes de agua en los plenilunios.
Su paso abismado reanda los años en la luz.
Su paso escala montañas de flor de algodón.
Yo lo he visto perdido bajo cielos de arroz,
con una mano en el pecho
y una mano ya ajena en otro siglo. Su bastón
caminaba solo y yerto como caminaría
una insurrección de nardos. Iba delante de él.
La perla de su corbata,
sus guantes de horizonte, de niebla,
la cadena de su reloj,
su pañuelo florido,
sus cabellos pintados,
su sombrero vesperal,
la luz de sus zapatos de charol,
todo lo anunciaba y su tos,
todo gritaba su sonrisa, su amarga
luna de soledad.
Yo quisiera ser el viejo caballero
que da golosinas a los niños
y palmadas delicadamente amorosas a las adolescentes.
Yo quisiera ser ese caballero, ese río inerte,
esa luz antigua.
Yo quisiera ser ese caballero,
lleno de árboles desgarrados,
de pájaros enmudecidos,
de estrellas turbias. ¡Caballero gris,
retrato mío de un tiempo escamoteado!
Pero no lo cuente, por favor, caballero.
ORFILA BARDESIO
La memoria
La historia no registra el pan crucificado,
el rey sin arcoiris, los niños, de colores,
quebrados por el crimen,
las batallas de encinares
contra el acero enemigo,
las hormigas vencidas por el peso.
No registra la nave
que arrastra su deriva
en aguas extensas
sin encontrar el puerto
que los mapas aseguran,
no registra las águilas perdidas
en el humo sin luz,
la catedral secreta de los pobres
sólo de llanto adornada.
Porque la historia
es la memoria del Olvido.
En el silencio de la tierra los metales
se mueven al ritmo de un corazón
de llamas no escuchadas:
cuando desprende una hoja sonora
en las semillas empiezan cipreses,
el musgo guarda sus números
con igual cuidado que la profundidad
a los abismos
-Bajo las risas,
los siglos, las burlas-.
Cuando caen sus heridas,
el mar escribe libros en el mundo.
Cuando su voz levanta llamados
a los que responden desiertos,
todos los ciervos muerden hierba.
Cuando, para nadie, corren sus lágrimas
por las soledades,
la pesantez se arrepiente en los cuerpos,
se celebra una fiesta: el aire.
Cuando -como si nada hubiera pasado-,
sonríe a sus hermanos con luz de fruto,
resplandecen aves en el hielo.
IVÁN URIARTE
Cronica de Milenka
Suele
subestimarse el lugar que ocupó Milena en la vida amorosa
y espiritual de Kafka.
El
biográfo Stach apenas la menciona.
Elías
Canetti en su ensayo sobre Kafka sólo se ocupa de Felice.
Si
miramos atentamente lo ocurrido entre ambos
resulta
fácil comprobar que de todas las mujeres frecuentadas
por él
Milena
( utilizando el diminutivo con el cual
Kafka
la llamaba cariñosamente Milenka )
resulto
ser la más próxima a su sensibilidad artística y amorosa.
Milena
fue la que tradujo del alemán al checo algunos de sus
primeros textos.
Kafka
le escribió cartas menos trascendentes que
a otras, pero
más honestas.
Con
Milena el escritor intentó superar el casi patólogico miedo a vivir
dirigiéndose
a ella con franqueza inusual al detallarle sus
conflictos sexuales.
Joven
rica, desgraciada y rebelde, Milena estaba signada por la
transgresión en todas sus formas.
Se
embriagaba, bailaba y a veces creía ser un personaje de
Dostoieveski.
A
los catorce años besa a un amigo de su padre treinta años mayor.
Más tarde posará desnuda para pintores,
prueba cocaína, sufre un aborto
cruza a nado el río Moldava en plena noche
para acudir a una cita amorosa.
Se enamora de Kafka estando ya comprometida
en matrimonio
y
una vez establecida con él una relación que se inició epistolarmente
lo
insta a compartir una cama en un hotel de Viena.
Tras
la muerte de Kafka Milena rompe con su marido
se
convierte en militante de izquierda y se casa con un camarada
austriaco del que luego se separa.
Un
año después vuelve a Praga y trabaja como corresponsal de modas.
En
1927 se casa con un arquitecto.
En
la década de los treinta hace del periodismo una trinchera
de combate político.
Es
expulsada del partido comunista por haber criticado las purgas
estalinistas.
Luego
cuando Hitler invade Checoslovaquia se compromete con la
Resistencia
y
por solidaridad con los judíos luce la estrella amarilla por las
calles de Praga.
Detenida
por la Gestapo es encerrada en el campo de Rovensbruck
donde
muere en la cámara de gas el 17 de mayo de 1944.
GALO GHIGLIOTTO
Tipa
Solía
ser el amor un mar
solía
ser una mancha incandescente de agua
que
todo lo cubría
y se
presentaba a veces en la forma
de
una ola gigante
espumosa
hosca y resuelta
que
venía
para
solía
ser una ola formidable y ondulada
cabrilleante
hasta
que
de
súbito
quedó
congelada
no
de frío
mucho
menos de hielo
sino
de tiempo
y
loca y cuerda en su congelamiento
esa
ola
se
volvió árbol
una
tipa transfigurada sobre
sí
con toda su estructura catedralicia
para
hacer del mar una raíz
y de
la espuma
una
canopia
ávida
de expandirse sobre lo amado
soy
yo esa tipa
esa
ola detenida y sosegada
que
ya no es ola
ni
caos
ni
amenaza
soy
ese árbol de ramas
que
hilvanan un techo
bajo
el cielo
y te
observa
y te
ve andar por el mundo
y
persigue tu desplazamiento
de
un hemisferio a otro
tu
vacilación sobre el camino
te
ve dar un paso a la izquierda
y
luego continuar hacia la derecha
te
ve disfrutando el paisaje de ese bosque
sorprendida
ola
devenida
fronda
oquedad
y vacío
como
un alma evaporada
del
cuerpo del amor
y
por mucho
o
muy poco que te alejes
sus
ramas se expanden en lo alto
y te
cobijan
mientras
instala troncos en el camino
en
caso de que algún día
quieras
detener tu andanza
y
echarte a descansar
bajo
su noche
con
la espalda apoyada en su corteza
MELINA ALEXIA VARNAVOGLOU
Autos
La
primera noche que no pude
dormir con un hombre
escuché a los autos.
Recostando mi cabeza
sobre la almohada compartida me entregué
a esa corriente silenciosa
que empezaba a formarse
cuatro pisos más abajo
¿los escuchás?
¿Eh?!
Si los escuchás…
¿Qué cosa?
Hay algo imposible en ese sonido
algo más que la inercia sobre un plano
no
puedo decir que se muevan -yo no los estoy viendo-
pero rugen y rasgan
cada punto
si hasta los siento deslizarse por mi piel
como una lengua áspera
Entonces
olvido que son autos
chapa sobre ruedas
que alimentamos con hidrocarburo
y los escucho:
son como la hierba
que se expande hasta volverse finita y desaparecer
ese ruido hacen cuando se alejan,
es una especie de dolor
algo así como una mirada retirándose
no tan definitivamente.
Esa
turba diminuta al filo del asfalto
como la brasa que queda prendida
y en mitad del silencio
suena y suena
es lo único que puede salvarme
Yo
no quiero que los vuelvan más sigilosos
¿cómo soportaría, por ejemplo, esta noche
junto a un cuerpo que no puedo ama
si no fuera por el sonido
de sus motores?