domingo, 9 de marzo de 2025


 

FADWA TUQAN

 


 

Una injusta mano lo ha construido…


 

Una injusta mano lo ha construido
y permanece de su tamaño
como una eterna miseria.
He visto sus melancólicos muros,
desgastados y deteriorados por las largas centurias, gritando:
¡Tú me quitas la luz y la libertad,
pero no podrás extinguir en mi corazón
la chispa de la esperanza!

Maldito, existirás para sofocar cada sueño
que se regenera en la medida que se alimenta.
Mi corazón nunca dejará de soñar
incluso si esta celda se cerrará para siempre.

Si mil cadenas me atan
tantas fantásticas alas me harán volar.
Maldeciré a cada persona y las de tu futuro por el tiempo que pueda.
Porque no me doblegará, nunca será silenciado
delante de la furia.

Nunca dejaré de ser libre.
Voy a cantar los deseos de mi espíritu,
incluso si vas a aplastarme con cadenas.
Mi canción manará a raudales desde el fondo.

 

 

 

CÉSAR BRAÑAS

 


 

Aquel viejo caballero

 



Yo quisiera ser el viejo caballero
amante de las esquinas solitarias,
bañado por una suave lumbre de alelíes,
que en la noche repasa, con los dedos,
cuentas de amor y melancolía
a través de desvaídos almanaques.
Yo quisiera ser el viejo caballero.

Lo he visto en los grabados antiguos
de las calles silenciosas.
Su paso deshace plumajes de agua en los plenilunios.
Su paso abismado reanda los años en la luz.
Su paso escala montañas de flor de algodón.
Yo lo he visto perdido bajo cielos de arroz,
con una mano en el pecho
y una mano ya ajena en otro siglo. Su bastón
caminaba solo y yerto como caminaría
una insurrección de nardos. Iba delante de él.
La perla de su corbata,
sus guantes de horizonte, de niebla,
la cadena de su reloj,
su pañuelo florido,
sus cabellos pintados,
su sombrero vesperal,
la luz de sus zapatos de charol,
todo lo anunciaba ­y su tos­,
todo gritaba su sonrisa, su amarga
luna de soledad.

Yo quisiera ser el viejo caballero
que da golosinas a los niños
y palmadas delicadamente amorosas a las adolescentes.
Yo quisiera ser ese caballero, ese río inerte,
esa luz antigua.
Yo quisiera ser ese caballero,
lleno de árboles desgarrados,
de pájaros enmudecidos,
de estrellas turbias. ¡Caballero gris,
retrato mío de un tiempo escamoteado!
Pero no lo cuente, por favor, caballero.

 

 

ORFILA BARDESIO

 

 

 

La memoria

 



La historia no registra el pan crucificado,
el rey sin arcoiris, los niños, de colores,
quebrados por el crimen,
las batallas de encinares
contra el acero enemigo,
las hormigas vencidas por el peso.
No registra la nave
que arrastra su deriva
en aguas extensas
sin encontrar el puerto
que los mapas aseguran,
no registra las águilas perdidas
en el humo sin luz,
la catedral secreta de los pobres
sólo de llanto adornada.
Porque la historia
es la memoria del Olvido.
En el silencio de la tierra los metales
se mueven al ritmo de un corazón
de llamas no escuchadas:
cuando desprende una hoja sonora
en las semillas empiezan cipreses,
el musgo guarda sus números
con igual cuidado que la profundidad
a los abismos
-Bajo las risas,
los siglos, las burlas-.
Cuando caen sus heridas,
el mar escribe libros en el mundo.
Cuando su voz levanta llamados
a los que responden desiertos,
todos los ciervos muerden hierba.
Cuando, para nadie, corren sus lágrimas
por las soledades,
la pesantez se arrepiente en los cuerpos,
se celebra una fiesta: el aire.
Cuando -como si nada hubiera pasado-,
sonríe a sus hermanos con luz de fruto,
resplandecen aves en el hielo.

 

 

IVÁN URIARTE

 

 

Cronica de Milenka

 

 

Suele subestimarse el lugar que ocupó Milena en la vida amorosa

                                                    y espiritual de Kafka.

El biográfo Stach apenas la menciona.

Elías Canetti  en su ensayo sobre Kafka  sólo se ocupa de Felice.

Si miramos atentamente lo ocurrido entre ambos

resulta fácil comprobar  que de  todas las mujeres frecuentadas

                                                          por él

Milena ( utilizando el  diminutivo con el  cual  Kafka

  la llamaba cariñosamente Milenka )

resulto ser la más próxima a su sensibilidad artística y amorosa.

Milena fue la que tradujo del alemán al checo algunos de sus

                                                     primeros textos.

Kafka le escribió cartas menos trascendentes que  a otras, pero

                                                      más honestas.

Con Milena el escritor intentó superar el casi patólogico miedo a vivir

dirigiéndose a ella con franqueza inusual al detallarle sus

                                                       conflictos sexuales.

Joven rica, desgraciada y rebelde, Milena estaba signada por la

                                                       transgresión en todas sus formas.

Se embriagaba, bailaba y a veces creía ser un personaje de

                                                       Dostoieveski.

A los catorce años besa a un amigo de su padre treinta años mayor.

  Más tarde posará desnuda para pintores, prueba cocaína, sufre un aborto

  cruza a nado el río Moldava en plena noche para acudir a una cita amorosa.

  Se enamora de Kafka estando ya comprometida en matrimonio

y una vez establecida con él una relación que se inició epistolarmente

lo insta a compartir una cama en un hotel de Viena.

Tras la muerte de Kafka Milena rompe con su marido

se convierte en militante de izquierda y se casa con un camarada

                                                   austriaco del que luego se separa.

Un año después vuelve a Praga y trabaja como corresponsal de modas.

En 1927 se casa con un arquitecto.

En la década de los treinta hace del periodismo una trinchera

                                                 de combate político.

Es expulsada del partido comunista por haber criticado las purgas

                                                  estalinistas.

Luego cuando Hitler invade Checoslovaquia se compromete con la

                                                   Resistencia

y por solidaridad con los judíos luce la estrella amarilla por las

                                                  calles de Praga.

Detenida por la Gestapo es encerrada en el campo de Rovensbruck

donde muere en la cámara de gas el 17 de mayo de 1944.

 

 

GALO GHIGLIOTTO

 

 

 

Tipa

 

 

Solía ser el amor un mar

solía ser una mancha incandescente de agua

que todo lo cubría

y se presentaba a veces en la forma

de una ola gigante

espumosa          hosca y resuelta

que venía

para

 

solía ser una ola formidable y ondulada

cabrilleante

hasta que

de súbito

quedó congelada

no de frío

mucho menos de hielo

sino de tiempo

 

y loca y cuerda en su congelamiento

esa ola

se volvió árbol

una tipa transfigurada sobre

sí con toda su estructura catedralicia

para hacer del mar una raíz

y de la espuma

una canopia

ávida de expandirse sobre lo amado

 

soy yo esa tipa

esa ola detenida y sosegada

que ya no es ola

ni caos

ni amenaza

 

soy ese árbol de ramas

que hilvanan un techo

bajo el cielo

y te observa

y te ve andar por el mundo

y persigue tu desplazamiento

de un hemisferio a otro

tu vacilación sobre el camino

te ve dar un paso a la izquierda

y luego continuar hacia la derecha

te ve disfrutando el paisaje de ese bosque

sorprendida

 

ola

devenida fronda

oquedad y vacío

como un alma evaporada

del cuerpo del amor

 

y por mucho

o muy poco que te alejes

sus ramas se expanden en lo alto

y te cobijan

mientras instala troncos en el camino

en caso de que algún día

quieras detener tu andanza

y echarte a descansar

bajo su noche

con la espalda apoyada en su corteza

 

 

MELINA ALEXIA VARNAVOGLOU


 

Autos

 


La primera noche que no pude
dormir con un hombre
escuché a los autos.
Recostando mi cabeza
sobre la almohada compartida me entregué
a esa corriente silenciosa
que empezaba a formarse
cuatro pisos más abajo
¿los escuchás?
¿Eh?!
Si los escuchás…
¿Qué cosa?
Hay algo imposible en ese sonido
algo más que la inercia sobre un plano

no puedo decir que se muevan -yo no los estoy viendo-
pero rugen y rasgan
cada punto
si hasta los siento deslizarse por mi piel
como una lengua áspera

Entonces olvido que son autos
chapa sobre ruedas
que alimentamos con hidrocarburo
y los escucho:
son como la hierba
que se expande hasta volverse finita y desaparecer
ese ruido hacen cuando se alejan,
es una especie de dolor
algo así como una mirada retirándose
no tan definitivamente.

Esa turba diminuta al filo del asfalto
como la brasa que queda prendida
y en mitad del silencio
suena y suena
es lo único que puede salvarme

Yo no quiero que los vuelvan más sigilosos
¿cómo soportaría, por ejemplo, esta noche
junto a un cuerpo que no puedo ama
si no fuera por el sonido
de sus motores?