domingo, 20 de enero de 2013

EMMA BARRANDEGUY





El amor triste



Vamos, vamos a cerrar la ventana,
no deben vernos ni los vecinos ni las estrellas.
El amor es así, amigo de lo apartado.
Aunque a veces también suele
tomarse de las manos y salir por los caminos.

Pero nosotros tenemos miedo
y nuestro amor no puede salir por los caminos.

¿Por qué ahora lo pienso?
Antes el deseo me empequeñecía
todo rechazo y toda precaución.
Ahora vivo persiguiendo este deseo insaciado
y viejo y lúcido y triste.
Y nada se vuelve para mí sencillo.

Nuestro amor está ahí, sin embargo,
pero no podemos sonreírnos por la calle.

La ternura rodea todo lo que tocamos, es cierto,
pero no es bastante, no es bastante.

Y el áspero goce no nos redime.
Sin embargo, ven, vamos,
vamos a cerrar la ventana.

JIMENA ARNOLFI





El globo desinflado después de la fiesta



Vos creíste que estabas solo cuando llorabas escondido
para no despertar a tu familia
también creíste que tu mamá
no te había visto masturbándote en el baño.

Sentir la vida sucia
la mugre abajo de las uñas
la vergüenza guardada
en el último mal sueño
en la canción que tarareás si te acordás.

Podés perder la piel
la dignidad y las llaves en cuestión de segundos
podés olvidar cada acento
cada timbre de tus voces
podés vagar para siempre
como bostezo contagiado de boca en boca.

Todo lo que viene de la mirada está envenenado
lo explicó un borracho una vez
sería hermoso coger
con alguien que nunca escuchaste
con alguien que nunca viste.


MAX AUB





Poética para Djelfa



para que el estilo del decir se assemejasse al sentir, y las
palabras y las cossas fuessen conformes.
Fray Luis de León. (De los nombres de Cristo)


Quisiera decir las cosas
tal como son.
Dar con las palabras justas
como el filo de una hoz.
Quisiera hablar sin imágenes,
mudo como el corazón,
igual objeto y vocablo
como es a lo real el sol,
y que estos mis sentimientos
fueran voz,
trágica potencia muda
de los hechos como son.


Que si digo el verde prado
de esmeralda o corindón,
cada cual se representa
su vivo verde interior.
Y si escribo el verde amor,
cada cual tendrá su tinto
y preferido color.
Quisiera decir las cosas
tal como son,
sin alegorías ni imágenes
como el sol.
Contar, sin más,
lo que fue y sucedió.
Por falta de exactitud
la belleza se inventó;
lo que va de lo visto
a lo que se pintó.
En el cantar que quisiera
sobra todo cuanto soy.

9-3-42


EDUARDO LIZALDE





Grande es el odio



1

Grande y dorado, amigos, es el odio.
Todo lo grande y lo dorado
viene del odio.
El tiempo es odio.
Dicen que Dios se odiaba en acto,
que se odiaba con fuerza
de los infinitos leones azules
del cosmos;
que se odiaba
para existir.
Nacen del odio, mundos,
óleos perfectísimos, revoluciones,
tabacos excelentes.
Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,
dentro del sueño de alguien que nos ama,
ya vivimos el odio perfecto.
Nadie vacila, como en el amor,
a la hora del odio.
El odio es la sola prueba indudable
de la existencia.

2

Y el miedo es una cosa grande como el odio.
El miedo hace existir a la tarántula,
la vuelve cosa digna de respeto,
la embellece en su desgracia,
rasura sus horrores.
Qué sería de la tarántula, pobre,
flor zoológica y triste,
si no pudiera ser ese tremendo
surtidor de miedo,
ese puño cortado
de un simio negro que enloquece de amor.
La tarántula, oh Bécquer,
que vive enamorada
de una tensa magnolia.
Dicen que mata a veces,
que descarga sus iras en conejos dormidos.
Es cierto,
pero muerde y descarga sus tinturas internas
contra otro,
porque no alcanza a morder sus propios miembros,
y le parece que el cuerpo del que pasa,
el que amaría si lo supiera,
es el suyo.

4

Aunque alguien crea que el terror
no es sino el calcetín de la ternura
vuelto al revés,
sus pastos no son esos.
No están ahí los comederos
del terror.
La ternura no existe sino para Onán.
Y nadie es misericordioso
sino consigo mismo.
Nadie es tierno, ni bueno,
ni grandioso en el amor
más que para sus vísceras.
La perra sueña que da su amor al niño,
Goza amamantándolo.
Reino es la soledad de todas las ternuras.
Sólo el terror despierta a los amantes.


5

Para el odio escribo.
Para destruirte, marco estos papeles.
Exprimo el agrio humor del odio
en esta tinta,
hago temblar la pluma.
En estas hojas,
que escupo hasta secarme, arrojo
Todo el odio que tengo.
Y es inútil. Lo sé.
Sólo te digo una cosa:
si estas últimas líneas
fueran gotas,
serían de orines.

6

De pronto, se quiere escribir versos
que arranquen trozos de piel
al que los lea.
Se escribe así, rabiosamente,
destrozándose el alma contra el escritorio,
ardiendo de dolor,
raspándose la cara contra los esdrújulos,
asesinando teclas con el puño,
metiéndose pajuelas de cristal entre las uñas.
Uno se pone a odiar como una fiera,
entonces,
y alguien pasa y le dice:
“vete a cenar, tigrillo,
la leche está caliente”.




ITZEL A. SOSA





En el poniente


                                En el poniente
                        Después, sobre el ocaso,
                        Dios se mete en el canto de los pájaro
                                   M. Castilla


En el poniente
la sonrisa de mi madre
         los cien mil tonos que cada día
se van
         retornan
y         me miran
                            miel
                                      salina
                                               partícula de nadie

Tanta aparición
se da lugar ahí
revoluciona el tiempo
en tonos púrpuras y rojos
¿qué habrá de hacerse con el rojo?
¿qué habrá de hacerse con el alfabeto ritual de cada tarde?

En el poniente
confluyen todos los tambores
que habitan
         crepuscularmente
en el pecho   y en los lábios de Tonantzin
con su   tum   tum    irrepetible
con su vaivén de fuego abierto
de crótalo que cana llamaradas
en el fluir de los instantes que se abren

En el poniente
la palpitación
en la que infinitos milagros se suceden
como el azul y el verde
en las hogueras
en el rayo que nos porta
a cuestas     peregrinos
en los ojos
del mítico jaguar que siempre espera
su batalla final en nuestra sangre

El poniente
es un horizonte de alebrijes y quimeras
que abanica
este viaje de espigas y de Cañas
las memorias del maíz
lo que nómada y germen
presagian con su canto
los quetzales

En el poniente    enrojecido
escenario cardinal de intersecciones
los juegos de la piel
y los conjuros
vuelven puntuales
a religarnos
                   en silencio
                                      cada tarde

En el poniente siempre aguardan
         horizontes
              lo que migra
todo lo que se va   y retorna
         diciéndonos
                   adiós
naciendo
         a pinceladas.

VERONICA VOLKOW





El inicio



Estás desnudo
y tu suavidad es inmensa
tiemblas en mis dedos
tu respiración vuela adentro de tu cuerpo

eres
como un pájaro en mis manos
vulnerable
como sólo el deseo podría hacerte vulnerable
ese dolor tan suave con el que nos tocamos
esa entrega en la que conocemos
el abandono de las víctimas

el placer como una fauce
nos lame nos devora
y nuestros ojos se apagan
se pierden.