domingo, 20 de enero de 2013

ITZEL A. SOSA





En el poniente


                                En el poniente
                        Después, sobre el ocaso,
                        Dios se mete en el canto de los pájaro
                                   M. Castilla


En el poniente
la sonrisa de mi madre
         los cien mil tonos que cada día
se van
         retornan
y         me miran
                            miel
                                      salina
                                               partícula de nadie

Tanta aparición
se da lugar ahí
revoluciona el tiempo
en tonos púrpuras y rojos
¿qué habrá de hacerse con el rojo?
¿qué habrá de hacerse con el alfabeto ritual de cada tarde?

En el poniente
confluyen todos los tambores
que habitan
         crepuscularmente
en el pecho   y en los lábios de Tonantzin
con su   tum   tum    irrepetible
con su vaivén de fuego abierto
de crótalo que cana llamaradas
en el fluir de los instantes que se abren

En el poniente
la palpitación
en la que infinitos milagros se suceden
como el azul y el verde
en las hogueras
en el rayo que nos porta
a cuestas     peregrinos
en los ojos
del mítico jaguar que siempre espera
su batalla final en nuestra sangre

El poniente
es un horizonte de alebrijes y quimeras
que abanica
este viaje de espigas y de Cañas
las memorias del maíz
lo que nómada y germen
presagian con su canto
los quetzales

En el poniente    enrojecido
escenario cardinal de intersecciones
los juegos de la piel
y los conjuros
vuelven puntuales
a religarnos
                   en silencio
                                      cada tarde

En el poniente siempre aguardan
         horizontes
              lo que migra
todo lo que se va   y retorna
         diciéndonos
                   adiós
naciendo
         a pinceladas.

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