lunes, 6 de enero de 2014

LOURDES ESPÍNOLA


  

La música del agua

  

La música del agua:
vienen las palomas,
ritual de la tarde.
Baten alas casi enloquecidas,
suben brazos, torso, nuca
de transeúnte ausente
o acaso confundido.
Turistas, forasteros sorprendidos,
son el amigo casual,
por una tarde.
A las ocho se alejan las palomas
dejando solo a Nelson
y sus leones. 

 

La pequeña ciudad
se despereza, boca arriba, al sol,
las columnas extendidas
como catedral rusa con plaza al fondo.
Viejitos aldeanos con pasos diminutos,
o tal vez un granjero sonriendo
entre sandías gigantescas.
Codiciosos arbustos extienden
sus miembros a la brisa,
y tu pelo oliendo a lana dormida,
con semáforos amarillos hacia la felicidad.

 

 

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