Claro
de luna
Me he detenido.
En la voz interior de la piedra,
en la piedra escrita en la mano,
en la edad que se teje y desteje en mi voz.
Con el tiempo acunando el acero,
con el rostro de nadie,
me he detenido.
En los despojos que salen de aquellos
que enfangan el agua
con la náusea callada y tan lejos
del aire...
me he detenido.
Y he mirado por encima del muro
la palabra escupida en la tierra
y luego y luego...
Cansada de abrocharme las mañanas
cansada de esta habitación oscura
cansada de esta hiel seca que cabecea
en la sangre, llena de sed, llena
de otros, dentro de mí, decapitada.
Vacía de todo,
con la savia muerta entre los brazos
he bajado los párpados a la sombra
y asida al filo de la navaja...
dispongo los nombres, la esperanza,
el sudor viscoso de la vida,
el final del beso, el vaho monstruoso
del amor y de su máscara deforme.
Sin cuerpo, sin texto.
Cansada de la ceremonia íntima y sagrada
de ser locura ártica que vivirá de la nieve.
Me he detenido.
En la voz interior de la piedra,
en la piedra escrita en la mano,
en la edad que se teje y desteje en mi voz.
Con el tiempo acunando el acero,
con el rostro de nadie,
me he detenido.
En los despojos que salen de aquellos
que enfangan el agua
con la náusea callada y tan lejos
del aire...
me he detenido.
Y he mirado por encima del muro
la palabra escupida en la tierra
y luego y luego...
Cansada de abrocharme las mañanas
cansada de esta habitación oscura
cansada de esta hiel seca que cabecea
en la sangre, llena de sed, llena
de otros, dentro de mí, decapitada.
Vacía de todo,
con la savia muerta entre los brazos
he bajado los párpados a la sombra
y asida al filo de la navaja...
dispongo los nombres, la esperanza,
el sudor viscoso de la vida,
el final del beso, el vaho monstruoso
del amor y de su máscara deforme.
Sin cuerpo, sin texto.
Cansada de la ceremonia íntima y sagrada
de ser locura ártica que vivirá de la nieve.
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