Tabernáculo
Susurro
tu nombre
a los
leones dormidos del poema
sobre
cuya cabeza
se
desliza una luna inverosímil
colmando
de arena
el
afligido espacio entre los cuerpos
aún por
descubrir: ahí
donde
se unen labios
y una
mujer desnuda
brota
de la ficción, monologando
su
reino de agua
en las
riberas del acertijo.
Recuerdo el mar y me recuerdo a mí mismo
(Panero
dixit)
desnudo
ante los nombres, omitido
de todo
libro de caballería,
insomne
y residual, asiendo
el
espectro de un cigarro como ante
un vaso
que escapa de mi mano
mientras
lo sostengo, como un lago
en el
cual me sumerjo
sin
llegar a tocar jamás su fondo
sin
saber ja-mais de ti
que la
palabra que me has dado
como
prenda de fe,
cual
testimonio de omnipresencia.
Susurro
tu nombre a los oídos del huracán
cuando
siento caer la delgada retícula del sueño
y el
valeroso patio muere
a manos
del insomnio cobarde, oh cabellera
más
fuerte que una espada bajo los párpados
arrojados
a la negrura del estanque
donde
la noche danza
y los pájaros luchan por la posesión de la
pesadilla.
De: “Tabernáculo”
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