Cerviz uncida
(A
Paloma Corrales)
Tus
dedos son un verso ensangrentado,
azul
huella de espanto acariciándome
la
piel indiferente a tu prisión,
insensible
al desgarro que te asfixia,
el
desgarro y la cárcel invisibles
para
estas dos retinas siempre en fiesta
oropel
cimentado en tu miseria,
fiesta
endeble, tan frágil como un sueño
tan
fugaz como el brillo del diamante.
Entorno
a mi cintura, tu sudor
es
tejido invisible que me cubre,
un
sudor que ha castrado tu futuro,
un
sudor como yugo con candado
que
aprisiona cerviz y pensamiento,
impidiendo
al destino de su vuelo
encontrar
las respuestas que caminan
hacia
la misma dársena común…
Mientras,
la huella esclava de tus dedos
aún
sangra en los tejidos que me cubren
como
invisible verso maniatado,
como
llanto de lágrima sin grito.
Si
tus pupilas arden con el fuego,
el
mismo que da vida a mi mirada,
el
mismo que calienta mis latidos,
el
mismo que ilumina mi sendero,
¿por
qué tu esclavitud no me desgarra,
por
qué el brutal silencio genocida
no
cesa de crecer cada jornada…?
¿Por
qué, si tu materia es mi materia,
este
dolor me importa más que el tuyo?
¿Por
qué, si tu materia es mi materia,
no
cuento tu llorar entre mi llanto,
ni
cuento tu prisión como mi cárcel?
¿Por
qué, si tu materia es mi materia,
no
cuento la injusticia que te llaga
como
una inmensa losa que me asfixia,
ni
cuento tus heridas como mías,
ni
tu muerte conmueve mis entrañas?
¿En
qué parte del viaje compartido
en
esta nave azul y milenaria
se
decidió que tanta esclavitud
sería
el pedestal para mi dicha?
Y
ahora que me acecha la mentira,
y
ahora que ese yugo crece y crece,
como
las sombras negras de la tarde
y
aproxima sus fauces a mi cuello
y
asedian sus colmillos mis arterias,
quizá
ya sea tarde y no haya tiempo
que
evite compartir nuestro destino:
pues
mi carne también como la tuya
será
un verso de piel ensangrentada,
macerada
en barrotes de vergüenza:
cerviz
uncida en yugo inapelable.
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