Carbón ardiente
Borrarme
de la tierra es pretensión inútil.
Ni la
fiebre que arrasa por las noches
ni los
gritos que exprime de mi cuerpo
ni todo
su veneno devorándome el vientre,
iracundo
dolor que acecha.
Me
niego a ser un gusano más del césped
o un
trozo de carbón ardiente,
repleto
cráneo de aserrín.
No soy
polvo que vuelve al polvo
ni
inútil obituario en los periódicos.
Soy más
fuerte que las células nefastas
que se reproducen a diario.
Soy
agua que arrasa los caminos,
turbulencia
de duna en el desierto.
Conmigo
no podrá la muerte.
De: “Vino rojo”
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