XXIX
Así
como el toro huye por el desierto
al ser superado por su semejante que lo fuerza,
no vuelve ya hasta tener la suficiente fuerza
para destuir a aquel que lo perjudicado,
así pues, me conviene huir de vos,
pues vuestro gesto mi esfuerzo ha confundido;
no volveré hasta que del todo se haya ido
el gran pavor que me impide ser dichoso.
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