jueves, 31 de diciembre de 2020

ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO

 

 

 


Precisión

Para Maricela y Mario




El poeta ante la ventana

¿no estará más bien frente a un espejo,

un espejo que, como una abuela, derrocha todo el día

en bordar imágenes y entretejerlas

con espectros invisibles que circulan

por la sala?

Un poeta frente al espejo

puede tratar de sumergirse, de la mano de Alicia , en la

superficie acuosa y atrayente.

Puede meter los pies, las piernas y la audacia

en su propio delirio. Puede lanzarse a la busca, con su

[redada de ojos,

de inéditas dimensiones y nuevos puntos cardinales.

Puede comprar un minifundio

en el País de las Maravillas,

dedicarse a la inspección de la relojería

de los milagros y lanzar hacia el cosmos

la cometa oscilante de su numen.

Mas zambullirse en el espejo

-y salpicar de esbozos de fantasmas

y luciérnagas a los lectores-,

es dejar lo terreno

hablando solo,

en una lejanía que le pisa los talones

a la ausencia definitiva.

Lo que contempla el poeta,

lo que está entre sus hambrientas pupilas

y las diferentes posturas del viento,

es una ventana, no más que una ventana.

No es un muro

y su ejército de párpados blindados.

O una venda de manos en los ojos.

Es no más una ventana.

¿No escuchan lo que están sus cristales

murmurando? ¿No advierten cómo está la

[transparencia,

con su voz sin igual, recitando, de modo indescriptible,

el poema de lo cierto, lo exterior atestado de poesía?

¿No ven ahí el lugar

donde el pastor-de-miradas del ojo del poeta

las saca a pastar el ser

en los campos infinitos del afuera?

 

 

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