Los reinos que heredamos
Cuando
todos se van queda ese verso,
acólito
de una última sonrisa;
saber
que lo sencillo es detenernos
en
la sala de espera de otros días
en
que el brasero amaba la costumbre
de
jugar al cinquillo por las tardes.
Ahora
ya sé
que
todos engendramos reinos,
papeles
atrasados en las habitaciones,
y
noches de vacío en el lugar de siempre.
Los
reinos no son nunca solo nuestros
son
brindis compartidos el día de Año Nuevo;
los
reinos tienen nombres y blasones
y un
árbol genealógico de infinitas raíces.
Ahora
ya sé
que
la vida nos deja
paraísos
domésticos en mitad de la nada,
lecciones
de optimismo de las que aprenderemos
a ir
a comprar el pan con la sonrisa puesta.
Hay
reinos que no entienden de tangibles
y de
ellos
nunca
nos alejamos definitivamente.
Siempre
queda un cuento
y
reverbera
a
las siete ─en invierno, en la cocina─
una
historia de cómo el que se va
conforma
el reino de los que se quedan.
De: “Paraísos domésticos”
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