viernes, 24 de julio de 2020

RUBÉN BAREIRO SAGUIER

  

Música de la memoria


Hoy hace un mes,
o un año,
tal vez un siglo,
de silencio
entre las mansas cucarachas
del olvido.
Pero anoche
una leve humareda de música,
una ráfaga de notas en el viento
desató el nudo de mis manos,
el hosco garrotillo en mi garganta
y el mundo me cayó
sobre los ojos,
sobre los labios,
goterones de voces,
de lágrima o de plomo
después de la sequía
hasta entonces lo huía.
Por ejemplo, no podía pensar
el otoño rojizo de París,
el París de herrumbrados castaños
y plazas escondidas.
Ni siquiera podía evocar las jacarandás
azuleando el cielo
en las calles de la ciudad prohibida.
Es que el sol es apenas
un recuerdo manchado por las rejas.
Este es el fondo más hondo del pozo
y esta oscuridad se asume en soledad,
con la angustia, las moscas,
los olvidos, las ratas monstruosas.
La memoria es una llamarada
que quema, que lancina.
Y de golpe,
un traguito de música
pueda más que las rejas,
que el dolor de la afrenta,
más que los interrogatorios,
que las garras prensadas de los cuervos.


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