miércoles, 16 de septiembre de 2020

IRMA LANZAS

 

 

Canto a la gestación

 

 

Era tu seno, Madre…
Sumergida en tu tiempo
la sustancia inicial de mi semilla
iba abriendo un latido,
germinaba en tu pulso,
en el musgo tranquilo de tu entraña
dormitaba mi música incipiente,
mi voz de semiluna.
Era la suavidad de un mundo intacto,
de su insondable reino.
En tu esfera frutal brotaba el sueño
de mi primer raíz
y ahí sentía el transcurrir silente
de tus ríos internos,
el agitado paso de las horas
que alzaban su marea,
el entreabrirse lento y sigiloso
de invioladas corolas.
Allí mi polen claro respiraba
tu clima vegetal,
mientras jugos nutricios recorrían
mis diminutos tallos.
Era todo tranquilo…
blanda prisión, atmósfera serena,
palpitación de albúmina sensible
que recogía en ignorados cielos
su alta conjugación de mar y estrella.
Después…
el desgarrarse de tu barro,
la floración de tu dolor que alzaba
su estalactita sorda, interminable,
mientras tu hoguera triste desbordaba
llantos insospechados.
Era tu inmensidad de campo fértil,
tu surco amable en conjunción suprema
que iba rasgando su ondulante ritmo
para entregar mi brote
al mundo de la luz…

 

 



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