El hijo prodigo
Y
heme aquí en el punto del comienzo
Cabalgué
como un predestinado
Cabalgué como un renuente
Cabalgué con la inocencia
de quien pierde la lumbre,
el sosiego que sólo fija el mar.
Aquí
estuvo el hogar. Aquí, la mesa
sobre la que cantaba la hermanita
Aquí, los instrumentos de triturar olores
Aquí hubo una mujer cuidando el fuego
Aquí, los hijos, sus manos todavía inhábiles,
nos prevenían, nos incitaban, nos exigían más
Quien
padece la salmodia del viento
no teme llamar a los postigos
Sólo entrever –la humildísima hendija–
Adentro
se oyen pasos similares a los míos
Adentro, los murmullos, las caricias invisibles
Adentro, el tigre que desgarra los sueños
He
vuelto, oidlo bien, he vuelto
Puedo pasar un día o un siglo ante el templo
con la apariencia de un borracho ciego
Terminarán
por aceptar mi rostro
cruzado de verdes cicatrices
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