Niña
Niña,
no te invito a morir
porque eres demasiado débil.
Mi cansancio es la medida de tu debilidad.
Aún no es tiempo
de enseñarte
a ser tu enemiga.
No
toda la hierba es mala, niña,
pero eres tan silvestre
alguien deberá arrancarte de su jardín
para que no bebas
el agua estancada en el aire,
esa claridad suspendida sobre el polvo
que no provoca sombra.
Vas
a secarte entre las raíces
de un árbol inmenso
o al amparo de una casa
donde te esconderás
para olvidar el sol,
y el sol va a abandonarte para siempre.
Nunca
vas a ser el regalo de un hombre.
Nadie jamás se detendrá
para sentir tu aroma.
Eres tan frágil
que hasta la brisa
podría asesinarte.
Quizá
fueses veneno, pero no,
eres solo una hierba mala,
y existes para que algún animal enfermo
pueda devorarte.
Nunca
serás la selva,
ni siquiera el temblor de un árbol.
Nunca serás ni la amapola
ni la flor del cerezo.
Jamás volverás a ser ni semilla,
ni ave ni una sombra de ave.
No
te invito a morir
porque no hay espacio
en este infierno para nosotras.
Y
estás tan niña todavía
que no se te han secado
las prematuras hojas
de la tormenta de anoche.
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