Aún
altos en la noche
Aún
altos en la noche,
despojados
de hojas,
apacibles
en
la melancolía de su herida,
los
árboles se mueren hacia adentro:
no
hay más duelo
que
el de sus propias ramas
resistiéndose
erguidas
ni
más llanto que el de sus gorriones.
Bajo
una luna roja
que
remansa su luz en los cercados
que
han quedado desiertos,
los
miro, silencioso, como lo harían conmigo:
sin
moverme,
como
si en este instante
no
pudiese haber nada ante mis ojos
con
tanta dignidad
y
con tanta grandeza.
La
vida nos enseña a soportar la intemperie.
Pasaremos
nosotros
y
los árboles
seguirán
siendo fieles al horizonte y a la luna.
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