El calendario del exilio
Es
un pez resignado a la contemplación
de los anzuelos,
la diligencia de contar la correspondencia como astros asfixiados por la noche.
Un discurso forjado de pieles domesticadas por el insomnio.
El exiliado obedece a un instinto dromedario,
sin oasis a donde beber el hastío
de las calles.
Su equipaje es la mirada
de un tigre envejecido sobre la muerte.
Una corbata exactamente ajustada
al país que lo devora.
(La esperanza tiene el cuerpo de una oruga)
Los álbumes son un conjunto de aristas, colgados como una colmena
de la voz.
Su sed es una bandada de pájaros
varados en alguna frontera.
Lee con devoción la caligrafía
de los auditorios,
para no perecer en la desembocadura
de su lamento.
Engaña la memoria sobre la benevolencia
de un ajedrez.
Sabe que al final de la jornada
lo espera un silencio,
entrañable de habitación.
de los anzuelos,
la diligencia de contar la correspondencia como astros asfixiados por la noche.
Un discurso forjado de pieles domesticadas por el insomnio.
El exiliado obedece a un instinto dromedario,
sin oasis a donde beber el hastío
de las calles.
Su equipaje es la mirada
de un tigre envejecido sobre la muerte.
Una corbata exactamente ajustada
al país que lo devora.
(La esperanza tiene el cuerpo de una oruga)
Los álbumes son un conjunto de aristas, colgados como una colmena
de la voz.
Su sed es una bandada de pájaros
varados en alguna frontera.
Lee con devoción la caligrafía
de los auditorios,
para no perecer en la desembocadura
de su lamento.
Engaña la memoria sobre la benevolencia
de un ajedrez.
Sabe que al final de la jornada
lo espera un silencio,
entrañable de habitación.
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