sábado, 23 de noviembre de 2019

SAUL IBARGOYEN





Ars poética 1966



—debemos borrar tantas palabras
inventar un sonido que no sea
el simple acuerdo
o el oscuro contrato entre dos letras
—deben morir las formas vivas
la tibieza del pájaro
los temblores de la boca
la piel latiendo desde el corazón
y su nostalgia ociosa
las flores que sorben el agua turbia
confundida normalmente con la sangre
—deben claudicar la trascendencia insólita
el adjetivo estridente
el sublime concepto y el orgasmo
y la humildad y el tedio y la locura
—y las musas (venales corrompidas puras
hermosísimas hipócritas)
deben ser entregadas a aquellos
que solamente han aprendido a poseerlas
—debemos borrar tantas palabras y morder
la raíz de cada sueño
y lograr el perfume
no la rosa
y repudiar las llamas y alcanzar el fuego.
—para quien toda lucha
es siempre un signo
una vibrante señal de advenimiento
un gesto de astronauta sostenido
en las sombras finales
que a la tierra llaman
—para quien crece de pie
entre los suyos
que aun no comprenden
el exacto por qué de su estatura
—para quien abre territorios
con su grito
y queda en el silencio
postergado
—para quien lleva distancia
en la mirada
y la extiende en caminos
y se aparta
—para quien designa banderas tomando
los poderes del aire
o del recuerdo
—para quien en su lecho
se abandona
a todos los misterios
—para quien sabe con dolor
desprenderse de lo humano
y pierde su condición
y su fiebre enrarecida
y su vieja sustancia
y deja de temer
porque así nace
—para quien desciende
en lo terrible de la carne
donde su eterno rostro
está multiplicándose
—para quien sólo aprende
a desnudar su terco hueso
y no canta
y no puede esperar
porque la muerte
porque el hambre
porque el amor y la bomba total
y muchas cosas
—para quienes ya no creen
en las palabras
debemos borrar toda palabra.



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