Vencer al Minotauro
De la
valiente Ariadna no pude retener sino el oro más fino de sus cabellos
Celoso
por el padre que la desposaría con la muerte,
me
adentré en la ciudad
sin
saber qué recodo de mi sombra ayudaría a vencer al Minotauro
Consciente
de haber sido una esperanza nada más, fruto
de la
inconsciencia heroica,
a
seiscientas doncellas que serían sacrificadas
las
hice mis esposas. Discretamente ungido
por sus
besos, me deslice en la noche, tembloroso
y
ebrio, desvelado
por las
arpas que el viento tañía entre sus muslos
y la
miel que vertieron en sus labios
Llegué
hasta aquí, pero me siento solo y aburrido
Extraño
vuestros mantos, los peines delicados
con que
ordenáis el tiempo, vuestros raros perfumes
Sería
tan hermoso
ser el
más miserable de todos los esclavos
De: “Palabras para sobrevivir en el desierto”
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