lunes, 1 de octubre de 2018

ALEKSANDR PUSHKIN





Se apagó el astro del día...



          Se apagó el astro del día;
el mar azul cubrió la niebla de la tarde.
     ¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
          Contemplo las orillas apartadas,
el mágico confín del mediodía;
Voy hacia él con emoción y angustia,
          embelesado por recuerdos tantos...
siento que afloran lágrimas de nuevo
           hasta los ojos, y me hierve el alma
y deja de alentar; en torno mío
Un sueño familiar revolotea.
Recuerdo mi amor loco del pasado,
todo cuando sufrí y cuanto fue bueno,
     torturador engaño de esperanza y deseo...
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
Vuela, bajel, condúceme a lejanos
          parajes, al capricho de los mares,
          engañosos, mas no a las tristes costas
          de mi brumosa patria, de mi tierra
          donde por vez primera mis sentidos
ardieron inflamados de pasión,
          donde las tiernas musas me sonrieron
          en secreto, donde entre tempestades
Se marchitó temprano mi perdida
juventud, donde alígera alegría
          me traicionó, y el corazón helado
          entregó al sufrimiento.
          En búsqueda de nuevas sensaciones
de vosotros huí, paternos lares,
de vosotros, alumnos del deleite,
efímeros amigos de mi efímera
juventud; y vosotras, confidentes
de mis pecaminosos extravíos,
a quienes sin amor sacrificara
reposo, gloria, libertad y alma,
y vosotras, a quienes he olvidado,
          jóvenes traicioneras, misteriosas
amigas de mi áurea primavera,
y vosotras, a quienes he olvidado...
Pero del corazón la antigua herida,
la honda llaga de amor, nada curó...
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!


Versión de Eduardo Alonso Duengo

 


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