miércoles, 15 de noviembre de 2017

MARIANA BERNÁRDEZ





Porque el final de los tiempos
es igual a su principio—
repetías sin cesar
mientras la bruma abatía las calles
y París se incendiaba
en el imaginario de la guerra

No quedó respiro alguno
ni siquiera el limo de un ave fénix
que pudiera alimentar la esperanza
de la resurrección

Ni la palabra cabe en el temblor de una pluma
ni las sendas en el grano de arenisca

Contención

el dolor se desborda y se aprisiona
en la miríada del gorjeo
o en el balbuceo de quien perdido
avizora el calado de la razón.



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