Habanos S.A.
En uno de los miles que han torcido
para ganancia de la patria las mujeres de la patria,
está la orden de alzamiento.
En lustrosas cajas de madera
—cedro, para conservar el olor—
está la memoria de los tabaqueros de Tampa
que escuchan al Delegado, su voz
entre la viola y el
oboe, la memoria
de su voz salvada por Fernando Figueredo
cuando era niño y estudiante de música.
Mientras las mujeres trabajan
como si aún viviesen en la emigración,
bajo aquellas
sombrías Nochebuenas
en Jacksonville
quiero decir,
el extranjero fuma en el balcón de Cuba
y quema nuestra rebeldía.
Nadie ha logrado —decorosamente—
convencerme de lo contrario.
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