Poema para nunca ser leído después de una única noche
Ya en
esta ingravidez
obligada
a
atarme una y otra vez los zapatos,
sólo
para desperdiciar ese segundo de verdad
en tus
ojos de almendra,
Me
dirás que la lluvia no existe
que
estos dos años de no ir al cine
son
un cuento, un pretexto barato
para
no hacer el amor con un desconocido.
Me
dirás que llegué tarde,
¡como
siempre!
tarde
para la cena
tarde
para la velada con tus amigos imaginarios,
tarde
para redactarte la carta de amor cuando te conocí
y la
que debí escribir horas después,
la
madrugada en que te marchaste así como abril,
ardiendo
en el pecado de recordarte:
desnudo
y a media luz en mis brazos.
-Debí
ser menos austera-
Romperme
la blusa azul con su caída libre
para
dejarte ver mi pecho efervescente de deseo
-Debí
ser la excepción –
permitirte
destruir con cada uno de tus dientes
todo el
desdén de mis palabras de amor suspicaz.
Debí
golpearte la frente
yo tu idea absoluta,
¡Que
insensata!
Fingir
con más ganas que no importaba que te fueras,
que
olvidaras mis formas de desnudarme en silencio,
con
miedo de planeta a medió descubrir,
y
entonces comer de tu ritmo,
replicando
mi sombra en tus parpados
Alzada
a tu estatura
ser
amada dilapidadamente
como
siempre lo espere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario