Edades
Cuando
éramos niños,
corríamos
cargando
ilusorios
proyectos.
Florecíamos
ante el expectante futuro,
en
el juvenil transcurrir
de
nuestras mocedades.
A
pesar de los años
que
nos persiguen con sigilo,
y
la levedad de los días
que
pasan sin sentirlo,
aún
somos jóvenes.
La
mortaja parece lejana,
la
miramos con el rabillo del ojo,
asistimos
a los funerales,
vemos
la marcha de los que nos preceden.
El
bullicio no deja darnos cuenta
que
la vía láctea ciñe nuestra frente,
que
el constante andar de las masas,
nos
conduce por las veredas,
y
olvidamos las dudas sobre el futuro
solo
hasta que cae la noche.
Entonces
en la soledad de mis pensamientos,
Me
doy cuenta que yo soy un niño que brama de hambre;
el
anciano que arrastra sus pies por las calles.
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