Presentimiento
(y
madura en mis labios una sonrisa amarga
el recuerdo angustioso de este presentimiento)
Esa
mirada que persigo
huye de mí y no sé por qué…
tal vez los hombres la dijeron
que entre mis labios palpitaba
como una flor la maldición.
Seré
un esclavo del perjuicio.
Nadie – mujer, hombre ni niño –
comprenderá mi pensamiento.
Celestinescos
parlanchines
me harán el blanco de sus risas,
y esas dos manos que persigo
se alargaran con indolencia
para mostrar al hombre malo.
Nadie
– mujer, hombre ni niño –
verá en mis ojos una lágrima
que trata en vano de entregarse.
Arrancaré
del mundo ingrato
llevando en mi la maldición
de esa mirada que persigo;
tal vez allá en la lejanía
un andrajoso limosnero
de sus harapos me haga cama…
No hay comentarios:
Publicar un comentario