sábado, 29 de septiembre de 2018

MARIO BOJÓRQUEZ





Adenda



Yo soy aquél
Que en otro tiempo
Estuvo aquí
Para dejar constancia
De su paso en el mundo
Pero el frescor antiguo
La sombra de estos árboles
Y la tenebra húmeda
Que salpica de oscuro
El templado adoquín
No saben ya mi nombre
Ni mi rostro

Cómo si aquél que fui
Se desdoblara y no
No fuera yo si no otro
El que surcó estos aires
Con su proa de vidrio
El que surcó y zarpó
Para enfrentar sin ojos
-ojos desdibujados-
Una tenue memoria

Yo soy aquél
Que nuevo encuentra todo
Que sabe
Que cuanto ha dicho en libros
Y ciudades
Vano reflejo es
De lo que permanece
Más allá de los días

Y aquél también
Que no supo de sí
Que se perdió en abismos
En disputas inútiles
Que pulieron su corazón
Y afilaron su lengua
¡Pero qué pobre canto
Para tanto artificio
De este fuego!

¡Qué lejos quedan
Del acento mis manos
Frías para tus muslos tibios!

Yo soy el mismo y digo
Que no puede nombrarse
Tanta esquirla en el borde
Serrín de limadura
En piel desencantada
Y digo
Alta la voz
De afilados torreones
Que no puede decirse
Ni una parte pequeña
Un murmullo inaudible
De esa fatal mecánica
Que todo lo conmueve
Y ahonda el pecho
Con opresión de losa
En blandos catafalcos

Y sigo siendo yo
Éste aquél
Desmadejado ovillo
En el fondo de tabla
Sobre el papel de cera
El que montó su catre
De jarcias inflexibles
El que tosió y aulló
En su carne y sus huesos

Él mismo hueso ya
Mondo e incorruptible.

  
De: “El deseo postergado”



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