Adenda
Yo soy
aquél
Que en
otro tiempo
Estuvo
aquí
Para
dejar constancia
De su
paso en el mundo
Pero el
frescor antiguo
La
sombra de estos árboles
Y la
tenebra húmeda
Que
salpica de oscuro
El
templado adoquín
No
saben ya mi nombre
Ni mi
rostro
Cómo si
aquél que fui
Se
desdoblara y no
No
fuera yo si no otro
El que
surcó estos aires
Con su
proa de vidrio
El que
surcó y zarpó
Para
enfrentar sin ojos
-ojos
desdibujados-
Una
tenue memoria
Yo soy
aquél
Que
nuevo encuentra todo
Que
sabe
Que
cuanto ha dicho en libros
Y
ciudades
Vano
reflejo es
De lo
que permanece
Más
allá de los días
Y aquél
también
Que no
supo de sí
Que se
perdió en abismos
En
disputas inútiles
Que
pulieron su corazón
Y
afilaron su lengua
¡Pero
qué pobre canto
Para
tanto artificio
De este
fuego!
¡Qué
lejos quedan
Del
acento mis manos
Frías
para tus muslos tibios!
Yo soy
el mismo y digo
Que no
puede nombrarse
Tanta
esquirla en el borde
Serrín
de limadura
En piel
desencantada
Y digo
Alta la
voz
De
afilados torreones
Que no
puede decirse
Ni una
parte pequeña
Un
murmullo inaudible
De esa
fatal mecánica
Que
todo lo conmueve
Y
ahonda el pecho
Con
opresión de losa
En
blandos catafalcos
Y sigo
siendo yo
Éste
aquél
Desmadejado
ovillo
En el
fondo de tabla
Sobre
el papel de cera
El que
montó su catre
De
jarcias inflexibles
El que
tosió y aulló
En su
carne y sus huesos
Él
mismo hueso ya
Mondo e
incorruptible.
De: “El deseo postergado”
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