lunes, 2 de enero de 2023

JESÚS MONTOYA

 

 

Clínica del poeta menor

 

 

El poeta menor tiene la culpa.
Se echa en la orilla del agua
que por el pico arrastra,
hasta somnolencia le da
rumiarse siniestro o torpe
ejecutor en segunda lengua.

Un armario podría dejarnos
con las obras incompletas
de la poesía menor que lee:
comienza por el cono sur
y desciende a rozar las rocas
con los dedos del pie.

Camina como revoloteo
de gavilán y gestea aquí,
por ejemplo, el calque
de la escuela que mutila.
Estatua folclórica
o caricato movimiento

arriba a las sinapsis
que calibran sus ensayos
cuando lo observamos
―yo también lo espío―
tomar sus pastillas:
50 miligramos de viajes

por el mundo orwelliano
para que se afinque cual caballo.
Pero este poeta menor que soy
zanca en hora álgida y planea,
sagitariano, cómo arrearse
a contracorriente.

Está pariendo un don:
dona sus ropajes a otras fosas
en la vecindad del huerto;
empírico se acorta
y, bajándose del palco,
nos deja de trinar.

 

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