Marrakech
Historia Contemporánea
No la gloria de la
invasión, sino la gloria de la bienvenida
No la alegría de vencer, sino la de vivir
No la barbarie de la violencia, sino la urbanidad de la astucia
(Adonis)
No la alegría de vencer, sino la de vivir
No la barbarie de la violencia, sino la urbanidad de la astucia
(Adonis)
Youssef Ibn Tachfine, rey bereber,
sacó
a las tribus del desierto para fundar la ciudad rosada.
Corría
el año 1062
de
nuestra era; era
su
intención tener una atalaya
desde
la que seguir cabalgando hacia el norte
para
extender su manto sobre mares y valles.
Youssef
Bennani, herrero experto,
funda
la ciudad todos los lunes,
cuando
coge un taxi colectivo en la plaza de arena
y
llega pronto a la tienda de Sidi Ismail
y se
quiebra las manos haciendo filigranas de faroles
y
retorcidas patas para mesas de cobre.
Hassan
Kintawi -camarero, pícaro,
tostador
de brochetas, por encargo lo que quieras-
funda
la ciudad todos los días
ayudando
a montar el puesto ciento doce
de la
plaza de Jema El Fná,
diciendo guapa, pretty, ven conmigo
a las
chicas risueñas, recogiendo
los
restos de las cenas.
Fatima
Kintawi, su mujer
desde
hace trece años y cinco
niños,
funda la ciudad a cada hora,
con
su quedarse en casa.
John,
Paul, Dora, Leslie
y
todos sus amigos del gran autobús
fundan
la ciudad cuando pisan con sus chanclas
ese
mosaico azul,
cuando
compran cuero y hacen fotos,
cuando
se alojan
en la
que fue la casa de Fadua y sus hermanas.
Fadua
y sus hermanas,
que
viven ahora en las afueras,
fundan
la ciudad cada vez que la recorren para llegar al barrio
y
visitar a sus viejos amigos. Sus viejos amigos
fundan
la ciudad cada vez que invitan a un tajine a
un extranjero
y le
dicen: cuéntanos, cómo se vive allá,
queremos ir.
Ghita
Larguich, que prefiere que la llamen Rita,
funda
la ciudad cada vez que va al Zara del barrio de Guéliz
y
compra un bolso made in China para
ponerse el viernes
de
camino a Pachá. Mohammed Larguich, padre de siete,
funda
la ciudad cada vez que el viernes
sale
antes del trabajo para llevar a su familia a rezar
a la
gran mezquita que señala la torre Kutubía.
Youssef Ibn Tachfine, rey bereber,
le
dio nombre a la ciudad y dio también la orden
de
tallar las primeras fuentes.
Mohamed
funda la ciudad cada vez que dice baaaaalaaaak al
pasar con su burro, Hanae funda la ciudad cada vez que ríe a carcajadas en la
calle,
Carrefour funda la ciudad cada vez que desembala en ella un camión de fruta angoleña,
Said funda la ciudad cada vez que escribe una noticia en su nueva revista que va a durar.
Carrefour funda la ciudad cada vez que desembala en ella un camión de fruta angoleña,
Said funda la ciudad cada vez que escribe una noticia en su nueva revista que va a durar.
Salma
funda la ciudad siempre que sale
a
pasear en torno a las murallas
-rojas
ya bajo esta luz del crepúsculo-
y
sueña a sus ancestros
cabalgando
monturas andaluzas
para
entrar altaneros en la capital del sur,
y
entonces ve deslizarse un gato bajo un coche,
y eso
le hace pensar en su amor tan esquivo,
y le
manda un mensaje diciéndole que si
nos vemos
a las siete delante del Club Med, pero no
tardes.
Nosotros
somos los fundadores de la ciudad.
No
hay nombre antiguo ni lejano que tenga la culpa de nuestros pasos.
Llegar
antes
es
solo
llegar
antes.
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