lunes, 9 de junio de 2014

NICOLÁS MARÉ



 

Te desenvuelves en la maraña,
caes hacia dentro con tu ojo partido
en la nebulosa pálida de las estructuras
para construir tus varias voces,
los dialectos y las máscaras.


Te veo asesinar a la partícula del cambio,
reemplazarla por materia descompuesta
al borde de tierras sucias.


Del hambre son expulsadas la caricia y la herida,
un cuerpo vacío, un sueño de Dios apartado
del placer y la renuncia.
Del hambre nace el fruto negativo que te inventa.


Fácil el agua se hace constante,
veloz, demente como una piedra,
última de especies corriendo hacia la ciudad destruida.
Fácil el agua, fácil el terror con su sonrisa
estampada en el dibujo de tu iris, en el gesto tuyo
de la paz como tus mascotas abrigándote.


Parece no haber intervalo entre un hijo y otro,
todas las leyendas del origen se hacen pedazos
y ya sabes de qué se trata, cual es la respuesta conveniente
en este tribunal parcializado hasta la náusea.
Eres similar a la pantalla que te contiene,
eres el antiguo pariente de tu muerte
heredándole la carcajada y el revólver.


Afuera, por las calles, los perros se ensañan
mirando las manos del carnaval.
En su única llama el incendio
se traga las leyes del comercio,
mascando las monedas del cuerpo que te fue prestado.


No ,


más que a los peregrinos sobrenaturales de sus juegos,
pero ahora, tu sabes, los cuerpos pertenecerán al Instante.


Ella comía de tu mano con la confianza de la tierra,
se movía paralela a tu distancia
sin perder los detalles más fríos y vanidosos
como tu ilusión de ser el viento llevando las semillas
de donde germinaría su belleza.
Otra pérdida. Otra cuenta que cobrar en el infierno.


Serías el monje, la figura luminosa del concreto,
por ti pasarían las auroras y los productos esenciales
por los que entonces se mataba.
Serías la vedette incandescente; todos los ojos,
aglutinados, armarían tu estatua en el centro de la plaza.
El homenaje caería de los dioses a la tierra,
la ciudad misma sería la copia de tu reino en las alturas.
Ciudad de oro, ciudad de ángeles enamorados.


Se pudiera decir de ti el hambre,
se pudiera solventar los gastos de la escritura
con el potente soborno de tu historia.
Se pudiera también el amor por tus señales
o la vida misma por tu emanación de pérdidas.
Se estuviera en la condición del hacedor por el horror
y también por acercarse a tu destello.
Se pudiera hablar como hijo de las cosas
y como silencioso paseante de lugares que tu-viste.
Se hiciera fácil embaucar a la niña más hermosa
por la simple estatura de tu viaje. Se conquistara el mundo en vacaciones
con la pura mención de tu acertijo.
Pero hay palpitaciones de habitante
que no dejan de insultar a la palabra.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario