martes, 24 de octubre de 2017

JOSÉ DÍAZ CERVERA




Escrito en el vaho de un cristal



Tengo esta fe preñada de gallinas negras.
Urgente voy al agua golpeando en la deshora
la costilla del pan,
y soy apenas
un débil dios rasguñando el peso del espanto.
Aquí la tarde es llaga y me gusta mucho más
porque está en latitud de amamantar cuchillos
que son la piel del sueño en que me nombras.
Mira con qué trabajo venzo los sonidos;
mira este amor de alambres y equinoccios
cavando mar y mar, pala y palabra.
Tengo esta fe lagarta y quevediana,
ubérrima y peluda como la paz del llano;
esta fe ronca de decirte ausencia,
de acariciar la ubre adolescente del vinagre
al pie de la bravura.
Cruje la luz mientras estoy cantando
para el felino corazón de tus guarismos
y el lápiz se me escurre hasta la mala carne
de saber quién soy,
ventana abierta al músculo del llanto.
Coágulo, beso y fe,
agua longeva de decirte ausencia en el relámpago:
aquí mi corazón terrible y polimorfo
te ama en la leche simple del dolor que estalla.
Diente de sal, riñón de humo descalzo,
¡ay, médula constante de la llama! Espejo.




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