Escrito en el vaho de un cristal
Tengo
esta fe preñada de gallinas negras.
Urgente
voy al agua golpeando en la deshora
la
costilla del pan,
y soy
apenas
un
débil dios rasguñando el peso del espanto.
Aquí la
tarde es llaga y me gusta mucho más
porque
está en latitud de amamantar cuchillos
que son
la piel del sueño en que me nombras.
Mira
con qué trabajo venzo los sonidos;
mira
este amor de alambres y equinoccios
cavando
mar y mar, pala y palabra.
Tengo
esta fe lagarta y quevediana,
ubérrima
y peluda como la paz del llano;
esta fe
ronca de decirte ausencia,
de
acariciar la ubre adolescente del vinagre
al pie
de la bravura.
Cruje
la luz mientras estoy cantando
para el
felino corazón de tus guarismos
y el
lápiz se me escurre hasta la mala carne
de
saber quién soy,
ventana
abierta al músculo del llanto.
Coágulo,
beso y fe,
agua
longeva de decirte ausencia en el relámpago:
aquí mi
corazón terrible y polimorfo
te ama
en la leche simple del dolor que estalla.
Diente
de sal, riñón de humo descalzo,
¡ay,
médula constante de la llama! Espejo.
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