miércoles, 26 de abril de 2017

ARTURO ZAFRA MORENO




Una tarde pesada



Una tarde vacía y aséptica,
eso es todo lo que poseo ahora
mismo. Mirar por la ventana
del tercer piso
y ver las hojas de la palmera meciéndose
como agujas,
y los platos ya los he lavado hace
dos horas o así
y no tengo mucho más que hacer.
La luz de la cocina titubea al encenderse
y se asemeja a una mosca agonizando
mientras que el bar en el que
quise leer unos poemas
ha cerrado este sábado por
la tarde.
Lo bueno es que al menos
no he ido en balde
y al darle dos empujones a la puerta
y ver que no se abría
he comprado una hamburguesa en una máquina
expendedora, con el kétchup
acumulado en un lado y el beicon aún
frío.
Todo lo que tenía planeado para hoy
era hablar con el dueño
y rogarle que me permitiera leer algo
o que me de trabajo, o me invitara
al café.
Las calles están vacías, la gente se ha ido
a la playa o a la piscina de la tía
y me han abandonado en medio
de este desastre urbano y sin gracia
y no me queda otro remedio que envidiarles
porque para ellos olvidarme es sencillo y simple
y yo llevo toda la vida intentando
conseguirlo.
Voy a la cocina, cojo uno de los vasos
que he lavado antes y abro el grifo
hasta que rebose.
Lo miro, lo huelo y me lo bebo.
El mayo acto de autoconfianza
que he hecho en meses.



No hay comentarios:

Publicar un comentario