Mentira, dulce
Clodia.
Mentira que no disfrutes tú mis versos cojos, mi pobre fama, los dos y hasta
tres besos que te he robado.
Mentira,
digo, tus castas manos, tus castos ojos. Lo sé bien: ardes por dentro, te
quemas con un calor de yegua que relincha en tus entrañas. Y aunque niegues tu
amor, tu cuerpo grita lo contrario. Lo sabemos tú, yo y el oráculo aquel de
Apolo que ha dicho, sabiamente, que te encanta.
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