Corazón de ébano
-La
suerte está echada- me respondió,
mientras
mis propias distancias subterráneas
discurrían
por inmensas pendientes,
mientras
me ataban los tobillos a los fríos rieles de metal,
mientras
el sonido de la máquina aumentaba.
Ahora
veo que los amores vendados son ya obsoletos
y las
decisiones que nos marca el olvido han sido impuestas.
Qué
queda bajo estas palabras que nos han entrecruzado,
bajo el
amplio mundo de la condensada figura inhumana.
Comencé
pensando en los escrúpulos que nos siguen,
en las
cumbres de desesperación que nadie escucha,
en
embarcaciones y treguas acordadas para siempre y por siempre.
Soy el
retroceso de los años,
la
antepenumbra del acantilado,
la
puerta del comienzo y el umbral del final.
Soy lo
que nunca fui,
fui
todo lo que quise ser,
soy la
fantasía del precipicio
y el
hedor de una caída prevista.
Soy
culpable, soy culpable.
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