sábado, 24 de octubre de 2020

GEORG HEYM

 

 


Umbra Vitae



 

Adelante se inclinan los hombres por las calles,

contemplando los signos de los cielos,

en donde los cometas, con narices de fuego,

amenazantes se deslizan en torno de las torres.

 

Los astrólogos llenan los tejados

y clavan en el cielo largos tubos,

y hay hechiceros: brotan de desvanes

retorcidos, a oscuras, conjurando los astros.

 

Los suicidas andan en grandes hordas

buscando entre la noche su existencia perdida,

encorvados sobre los puntos cardinales,

barriendo el polvo con escobas como brazos pobres.

 

Polvo que apenas dura,

perdiendo en el camino sus cabellos,

brincan, aprisa mueren

y yacen en el campo con la cabeza rota,

 

pataleando, a veces, todavía. Y las bestias del campo

alrededor transitan ciegamente y les clavan

los cuernos en el vientre. Se enfrían sepultados

bajo salvias y espinos.

 

Pero los mares se detienen. Los barcos,

suspendidos en olas, con aflicción se pudren,

dispersos, y no hay corriente móvil

y los patios celestes están todos cerrados.

 

Los árboles no cambian estaciones,

eternamente muertos en su fin

y abren sus largas manos, sus dedos de madera

por caminos ruinosos.

 

Quien va a morir se sienta para levantarse

y acaba de decir sus últimas palabras.

Se desvanece de pronto. ¿En dónde está su vida?

Sus ojos se quiebran como el cristal.

 

Muchos son sombras. Escondidas y turbias.

Sueños que rozan sobre puertas mudas.

Quien despierta agobiado por otras madrugadas

debe quitar la pesadez del sueño de sus párpados grises.

 


Versión de Ernst Edmund Keil
De: "Tres poetas expresionistas alemanes"

 

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