sábado, 16 de mayo de 2015

GERARDO DENIZ


 

Siesta

 

O salir sin hacer ruido al golpe del día, a palpar la humedad
    que vive en los muros, detrás de trepadoras y tallos
    volubles,
quemarse pies y manos con barandales blancos y baldosas
    muy secas,
mirar desde abajo una ventana de hotel igual a tantas
    mientras en este minuto dejado solo la brisa reacia sigue
    vuelta hacia el mar
—y por este mar se va hasta Borneo—,
ni las velas respiran y llegan despacio al puerto
las supersticiones de la tarde.
                                              Dejar aquí
en trance vegetal el cargamento de géneros y frutos
empedernidos, sargazo de sal y penumbra, los talones fríos,
entre ese olor a pintura nueva en los rincones
y a cedro inmortal en el armario —prosodia que el sol
    desconoce. Y ahora
apartar despacio de la piel el oído
con un sonar de espuma en la ribera.

Por las terrazas desiertas, infinitivos clavados como insectos
    pacíficos.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario