jueves, 19 de septiembre de 2019

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA





Chapultepec



Me levantaba muy temprano para
correr —por media hora— en la alameda
del bosque de Chapultepec. Me queda
en el memoria la presión tan clara
del trote cuando entraba en la arboleda
y la ola del verdor contra la cara
me divertía como si saltara
a otra velocidad sobre la rueda
inmóvil de las cosas: el sonido
del aire, el golpe de mi propio impulso,
la sangre divirtiéndose en los ojos.
Realizaba sediento el recorrido:
manos sudadas y agitado pulso
y, desde luego, los cachetes rojos.



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