Reclamo
Yo
recuerdo que tenía en la mano una espada,
un rayo luminoso;
se me hizo flor distante,
estrellita silvestre,
cuchillo de plata.
Pero
no era eso lo que yo buscaba
ni con lo que se pueden trasplantar las montañas.
Recuerdo
que tenía una voz agrandada
y un gesto circular que me rodeaba;
se me hizo cancioncilla,
tenue silbo
y la mano en la falda.
Pero
no es esto lo que se esperaba
ni con lo que es posible recobrar la esperanza.
Yo
recuerdo que tenía en los ojos
más llantos que miradas
y el corazón tan hondo que me ahogaba.
Me brotaron las islas donde asirme,
paisajes de frescura,
se me hizo dulce el agua.
Pero
es la sal la que sazona el mundo,
la que alimenta brasas
y con la que se debe bendecir la palabra.
Recuerdo
que tenía una blasfemia
de tanto que esperaba.
Me dio miedo el infierno,
humílleme la boca
y me quedé callada.
Pero
no es el silencio el que fermenta,
el que estremece el cielo,
el que nos salva.
Devolvedme
mi rayo que desnuda,
mi voz agigantada,
devolvedme mis lágrimas,
que
quisiera romper en dos el viento,
reedificar el verbo
y lavar a gran agua toda mancha.
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