viernes, 1 de diciembre de 2017

MIJAIL LAMAS




XII



Saturada su piel,
ceñida tenazmente por mi cuerpo,
que hasta en su respirar
mi amor va desplegando
la pétrea flor, la rosa que se fija.

El tiempo pule en ella
su preciso diamante, duro rastro
que en mi cuerpo perdura.
Cristal clarividente
que así me ve caer desde sus ojos.

Al fuego que me esconde
la calma castidad de tus modales,
a ese voy cayendo
como si de la tumba
que es siempre hospitalaria, se tratase.

Así mi mano extiende,
urgida de apurar esa distancia,
la calidez del tacto
donde ganar se puede
la más oculta gloria de dos cuerpos.


De: “Fundación de la casa”



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