500 kilos
…pasé
la mano, sin malicia,
por el lomo de la vida.
Díos mío, qué brutal quemadura.
Enriqueta Ochoa
Alguna vez me creí
con la solvencia de matar
por mis sobrinos, mi madre
o un amorío nebuloso.
Pero sólo vale el verbo matar
si comprometes cada hueso
en estallar el chisguete pegajoso.
Esto es otra cosa.
Y no hago propaganda.
Aquí soy una bestia que bufa al sol
desde ojos renegridos.
No dudaría de veras no
enterrar mi cornamenta
con su sombra
para acribillar el corazón
viva o muerta la sangre
horizontal
en surtidor o nadamente
y lo mismo tensaría por instinto
el cuello requemado
para abalanzarme una vez
—o las que hagan falta—
mis 500 kilos en juego
si algún necio te violenta el resorte.
Cómo no va a inquietarnos, hija,
este miocardio brusco
si frecuenta lo pavoroso
de un toro ciego.
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