Luto
Río abajo
esta oscuridad
me
horada el corazón,
hunde
su garra metálica.
Afilados
sus cuchillos
congela
cualquier intento
de luz,
cualquier anuncio
de
bálsamos. Girasoles,
vitrinas
rivales,
girones
de agua sin luz
me
acosan, me acorazan,
cobardes
los negros
mis
manos abandonan,
ateridos
los pasos, la luna
de
espaldas balancea algo
inalcanzable.
Río abajo me
hundo
sin ver mi reflejo,
sólo
siento el trafaguear
de la
negrura
sobre
mi deseo.
Un
ronco tocar mis células
—atadas,
amordazadas—
hasta
que grito. Y
con
toques agudos
descompreso
mis nervios:
es
cuando te abandono.
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