El
tiempo ido
Descansado
y sosegado
me
echo a un lado a sollozar,
con
corazón abrasado,
no
hay consuelo en mi pesar.
Cual
ave que cae y muere
cubre
el terreno la nieve,
bajo
el alar se guarece
y
mísera permanece.
Ves
cómo cae la nevada
y el
infortunio disciernes,
mundo
insulso, sombra vana,
a
afanarte no te atreves.
No
ves ni flores ni hojas,
por
doquier más frío y hielo,
calma
esta la vida toda,
desolado
el universo.
Clara
de huevo la tierra,
ni
hojas ni capullos gasta
tu
corazón, pasión negra,
es
como flor encarnada.
No
ves familia ni amigos,
tampoco
niños ni hogar,
tu
esperanza ha fenecido,
como
el rayo al irradiar.
Gacha
tienes la cabeza,
cierras
los ojos, meditas
y
suspiras mientras piensas
con
añoranza infinita.
No
creas que está dormido
cuando
lo veas calmoso,
cabizbajo
y abatido,
que
está despierto del todo.
Dice
para sus adentros:
¡ah,
se fue, huyó el buen tiempo,
lo
que quiero, vano intento,
no
ha de volver ni queriendo!
¡Ay,
árboles venerables,
os
veo sin flor ni hojas,
pelados
y miserables,
secos
y yermos de fronda!
Como
vosotros truncado,
dije
en mi desierta vida:
¡cuántas
hojas me arrancaron
que,
al caer, pierdo de vista!
Vosotros
campos y montes
que
no esperaba alterados,
poco
a poco, lentamente,
parece
que habéis mudado.
Ah,
sois otras al parecer,
tú,
luna, lindas estrellas,
de
cuando os miraba ayer,
de
un negro velo cubiertas.
Mi
tiempo de la niñez,
a la
carrera pasaste,
al
mismo Dios te rendiste
y de
mí tú te olvidaste.
Tú
todo me lo mostraste,
lo
bueno, fuerte y hermoso
mi
gozo multiplicaste
y me
hiciste deseoso.
¡Y
este infausto corazón
en
este tiempo mezquino
continuamente
asustado,
ya
no parece ni el mismo!
El
tiempo nos arrebata,
lo
querido y que tenemos,
¡Ah,
que farsa más ingrata,
como
fuimos no seremos!
¡Hágase
cuanto tú ordenes,
Señor
nuestro por los siglos!
¿Por
qué a los ojos se viene
el
pobre tiempo que es ido?
Versión
de María Roces González
No hay comentarios:
Publicar un comentario