Busquen las gentes fiestas con alegría...
Busquen
las gentes fiestas con alegría,
alabando
a Dios, entremezclando deportes;
que
plazas, calles y deleitosos jardines
se
llenen con los relatos de grandes gestas;
y
vaya yo los sepulcros buscando,
interrogando
a las almas condenadas,
que
me responderán, pues no están acompañadas
sino
por mí en su perenne lamento.
Cada
cual busca y quiere a su semejante;
por
esto no me agrada el trato con los vivos.
Al
imaginar mi estado, se tornan esquivos;
como
de hombre muerto, de mí toman espanto.
El
rey ciprio, prisionero de un hereje,
no
es a mis ojos desventurado,
pues
lo que quiero jamás será logrado;
de
mi deseo médico alguno podrá curarme.
Como
Prometeo, a quien el águila come el hígado
y
siempre brota de nuevo la carne,
y
jamás termina el pájaro de devorar;
más
fuerte dolor que éste me tiene asediado,
pues
un gusano me roe el pensamiento,
otro
el corazón, y de roer no cesan,
y su
trabajo no podrá interrumpirse
sino
con aquello que es imposible de lograr.
Y si
la muerte no me infiriese la ofensa
-alejándome
de tan placentera visión-,
no
le agradecería que vista de tierra
mi
desnudo cuerpo, quien no piensa perder
el
placer, pues tan sólo imagina
que
mis deseos no pueden cumplirse;
y si
mi postrera hora ha llegado,
término
tendrá también el bien amar.
Y si
en el cielo me quiere Dios albergar,
amén
de verle, para cumplir mi deseo
será
preciso que allá me sea dicho
que
mi muerte vos tenéis a bien llorar,
arrepintiéndoos
de que por vuestra poca merced
muriese
un inocente, mártir por amaros:
pues
el cuerpo del alma separaría
si
en verdad creyese que de ello os doleríais.
Lirio
entre cardos, vos sabéis y yo sé
que
bien puede morirse por amor;
si
creéis que en tal dolor me hallo,
no
os excederéis, poniendo en ello plena fe.
Versión de José Batlló
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