Confesiones de un caníbal arrepentido
“Soy Paul McCartney y soy vegetariano”
La
serpiente se sacude con un puño de plumas entre las mandíbulas.
Ignora
el nido y los cascarones donde estuvieron los pequeños petirrojos.
En los
perfumados jardines isabelinos no hay repugnantes depredadores.
De las
alcantarillas y aguas del Támesi emergen las ratas grises, arrastran
secas
truchas voladoras.
“Soy Paul Mcarney, soy vejetariano”
Como
legumbres frescas y tomo té con galletas de soya.
Doy de
comer a las palomas que se cagan en la plaza de Trafalgar Square
y pinto
las manchas borradas del leopardo.
Como
todo Sir con espada, escudo, escopeta, caballo,capa, sombrero
y
veloces mastinés.
Salgo
tras la escurridiza zorra o lo fugaces patos que aterrizan en los lagos.
“De
esto hace muchos años”…
Un día
mientras pescaba…
Se
iluminó mi corazón de protestante, remotas voces sacudieron
el aire
húmedo, gritándome:
Help! i need somebody
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
La boca
del pez herida por el anzuelo, las burbujas de sangre manchando el azul
de la
tarde….
“Mientras
recogía al pobre pez me di cuenta: ‘Estoy a punto de matarlo, simplemente por
el placer efímero que esto me aporta’.
Los
mastines escarbaban la guarida de la fatigada zorra, seguramente temblaba
al
escuchar el silbato y los disparos que convocan la estampida de la jauría.
Los
patos caían al lago con los cuellos torcidos por los perdigones, leales los
perros
se
tiraban al agua para congraciarse con sus nobles amos.
Hubo
pato a la Pekinese en la mesa de los señores.
El pez
salta al agua, no sobrevivirá con ese tajo que le partió la boca.
He
cumplido con las leyes divinas, he hecho mi acto de caridad,
he
devuelto una vida a la vida.
Escucho
voces remotas, dispersas en el bosque gritándome
desde
la garganta de la serpiente.
Help! i need somebody
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
“Fue como una iluminación para mí. Al ver a
ese pez asfixiarse, entendí que su vida era tan importante para él, como la mía
lo es para mí”
La
tortuga avanza hacia la cámara, levanta vuelo, las luces de las antorchas
iluminan
las veredas de los depredadores en el Amazona, la sabana africana y
el
desierto australiano…
Los
monos desollados parecen niños suplicando piedad al verdugo que blande
la
navaja. Cuelgan las vísceras de sus vientres abiertos de un solo tajo.
Las
cabezas de cerdos cuelgan repugnantes en las carnicerías bávaras,
las
piernas ahumadas, los jamones, los embutidos manchegos, las tiendas
de
pájaros disecados, los traficantes de pieles y colmillos…
Las
mujeres de Munich, Copenhague, Paris, Madrid, Milán, Roma, Londres, Berlín, New
York y Viena.
Lucen
felpudos abrigos en conciertos
y
bienales, en galas de beneficencias a fabor de la protección de los osos
polares y
las
serpientes del Sahara.
Los
filetes de tilapia importados de la cuenca del lago Victoria,
los
filetes de tortuga de las antillas, los filetes de res de Uruguay
Brasil
y Argentina…
Los
huevos de codorniz, el caviar que consumí durante días.
Los
salmones noruegos, las langostas, los sesos de monos…
He aquí
a un arrepentido caníbal, a un depredador domesticado.
“Soy Paul McCartney y soy vegetariano”
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