Fotos
de un álbum de terciopelo
Cuánto
esfuerzo y cuántos días y cuántos años para llenar este álbum de años muertos.
Días desperdigados como hebras de cortinas viejas. Tardes perdidas en la
soledad. Patios y sombras. Sonrisas y manzanos. Ojos velados por la grisura del
tiempo. Manos metidas en bolsillos de chaquetas tan viejas como el amor, que se
resiste a huir por un pasillo negro que hay más allá, o más adentro del
terciopelo. Cuánta muerte viva en sonrisas de mujeres que ya no están. Todas
murieron y ya no pueden abrazarme y sujetarme entre sus grandes pechos.
Peinados ilusos de vida quieren derrotar a la muerte con una mirada que todavía
tiene la belleza. Cuerpos de niños y ancianos mirándose. Se quedan quietos en
el camino y son lo mismo, peregrinos que no saben hacia dónde se dirigen, pero
que en cualquier lugar se detienen y sonríen felices porque así es la vida. Hay
que reír frente a esa mano que detiene el tiempo. La muerte está tan lejos de
estos ojos que recuerdo mirando segundo a segundo la soledad de los claveles.
El primer beso. La primera caricia. La primera mirada lasciva. Todo tiene la
temperatura glacial de la ausencia. Todos los habitantes del álbum vuelan por
la muerte, viven en este edificio de terciopelo, en un lugar en el que todos
los rostros son ya penumbras amando la eternidad de un recuerdo.
De:
“Madre”
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