El
pájaro carpintero
Una
vez por año, varias veces si el fuego sojuzgaba la selva derribando los
árboles, el pájaro carpintero agujereaba un tronco seco para hacer casa nueva.
Trabajaba entonces por necesidad, provechosamente. Así sería hasta hoy si los
judíos, en mala hora, no lo hubieran convencido aliándolo con ellos.
Ya no dormía Jesús en la hoja del olivo; tampoco en la hoja más reciente del
plátano — eso lo sabía muy bien—, sino en el tronco hueco, pero sin salida, de
un árbol.
Una bandada espesa de pájaros carpinteros, seguida de una turba espesa de
judíos, guiados todos por la urraca, se regó por los montes. Y agujereando el
tronco seco, y el tronco verde, lo encontraron al fin en el tallo del carrizo.
Murió Jesús, pero por la ingratitud al Hijo de Dios, el pájaro carpintero
agujerea, no para anidar, sino por eterno castigo, el tronco verde y el tronco
seco; no una vez, ni dos, ni tres, sino todos los días del año.
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